.+.+.+.+.+.+. Asesinos de una leyenda.+.+.+.+.+.+.
¿Qué parte de la historia era verdad? ¿Qué era mentira? ¿Podría,
en realidad, resultar que, después de todo, habíamos pasado años creyendo en la
invención conveniente de los que tienen el privilegio de escribir la historia?
Lo que sucedería a partir de ahora en el mundo era poco predecible. Ya el
descubrimiento de la cabeza y parte del cuerpo del mítico caballo de Troya
había tenido una repercusión increíble. Todos los medios a nivel mundial
cubrían la noticia: “EL LEGENDARIO CABALLO DE TROYA ES REAL”, “DESCUBREN EL
CABALLO QUE DESTRUYÓ TROYA”, y otros titulares quizá más atrevidos discurrían
en la prensa y se difundían con una velocidad terrible a través de internet.
Nosotros estábamos extasiados, quizás asustados por la magnitud de la noticia.
Hasta hace pocos días éramos un equipo desconocido y, de pronto, nos
convertimos en personajes importantes, con un sitio entre la comunidad
científica. Y, probablemente, nuestros nombres trascenderían tanto como el de
Homero ¿Qué más se podía desear?
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Ingreso a Troya del mítico caballo y celebración por el fin de la guerra. |
Gabriel Porter fue el más emocionado tras realizar el
carbono 14 a las muestras del caballo. Las fechas concordaban con las estimadas
hasta el momento: tenía unos tres mil años de antigüedad. Esto nos motivó a
continuar con las excavaciones en el área, pero desestimamos un pequeño detalle
con el que pronto nos golpearíamos. Al encontrar las primeras partes del
caballo, existía en ellas marcas de que había sido expuesto al fuego. En un
inicio esto no nos preocupó. Creímos que pudo ser un accidente durante el
saqueo o un incidente provocado por los griegos. Cabían estas posibilidades, y
nos satisfacían tan perfectamente que dejamos de hacernos preguntas al
respecto. En otras palabras, cometimos el error más grave en que puede caer un
científico.
Las nuevas excavaciones dieron nuevas luces. Más piezas del
caballo, más indicios de fuego, pero lo más importante, y lo que nos cambiaría
por completo el ánimo con que hasta entonces habíamos vivido la expedición fue
toparnos con restos de guerreros griegos. Muchos restos, muchos de ellos
víctimas del fuego. Parecían haber muerto hacinados, una multitud lanzada
directo a carbonizarse. Podíamos escuchar los gritos, porque algo nos decía que
no habían muerto de otra forma.
Fue claro para nosotros después de analizar los restos que
se trataba de una muerte horrible. Pero, si se trataba de un incendio provocado
por los griegos, ¿por qué prenderían el Caballo de Troya, a menos que este
fuera designado para ese fin? ¿Era caso algún tipo de autoinmolación? Y, lo más
importante, y la última pieza del rompecabezas, ¿por qué en los restos del caballo,
las marcas del fuego se encontraban más en la parte interna, como si hubiera
sido quemado desde adentro? Había llegado el momento de dudar de todo.
Según la historia conocida sobre la mítica Guerra de Troya, el
caballo había resultado el ardid perfecto para la invasión y saqueo. Entregado
como una ofrenda a la diosa Atenea, habría ingresado a la ciudad pese a su
enorme tamaño, rompiendo las murallas. Encantados, los troyanos no pusieron
nada en duda, ni la extraña fuga de sus enemigos ni el tamaño colosal de la
ofrenda, sino que comenzaron a celebrar el fin de la guerra entre excesos ¿No
es todo esto muy conveniente? ¿Por qué, después de nueve años de enfrentamiento
y duras pérdidas, creería Troya en las palabras de los griegos? ¿Por qué se
entregaría al placer y celebraría un regalo del enemigo sin chistar, sin
examinarlo previamente para confirmarlo inofensivo? Y, más importante, ¿cómo
sería posible que nadie advirtiera la construcción de este coloso, al menos
mínimamente? Es, evidentemente, una forma muy conveniente de recordar la
historia para los griegos, el tomar como inocentes a sus enemigos.
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Reconstrucción de la Troya de Homero |
Estos troyanos inocentes de fantasía dejaron de existir para
nosotros pronto, y ya no nos sentíamos descubriendo una leyenda, comenzamos a
sentir, en cambio, el peso de quienes escriben la historia sobre nuestros
hombros. Lo que nos decían los restos encontrados era claro para nosotros
ahora. Era imposible dudar frente a esas
armaduras y los demás vestigios encontrados, pues gritaban una verdad difícil
de ignorar.
Al parecer, la trampa tendida por los griegos no fue sino un
fracaso, maquillado por Homero como un suceso épico, digno del más grande
ingenio. Los dioses jugaban de su lado, para justificar su falso triunfo, convirtiéndolo
más bien en una de las victorias más recordadas de la historia. Lo que en realidad
habría sucedido, según una primera reconstrucción, es que estos troyanos no tan
inocentes sospecharon de la trampa y, tras sellar cualquier vía de escape,
dotados de un ingenio tan loable como el griego, lo hicieron prender desde
adentro, acabando con los guerreros más capaces del ejército enemigo. Lo que
sucedió después no podemos saberlo.
El caballo de Troya, hasta ahora recordado como un símbolo
de ingenio, se tornaba en la imagen de una trampa frustrada, tan poco digna de
la historia griega que, nosotros, al igual que Homero, comenzamos a pensar que
quizá esa historia mítica, intervenida por los dioses y con un desenlace lleno
de epicidad, a pesar de no ser cierta, lucía mejor. Nos dolía el fracaso griego
como si hubiéramos sido parte de él. Pero quizá más haber sido parte del equipo
que mató una leyenda.
Vincent Hall, 2044
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Muy bien, eso ha sido todo. Espero no se tomen esto a mal, no tengo nada en contra de la epicidad del Caballo de Troya, simplemente comencé a suponer cosas para idear una historia. En fin, gracias por haber leído ¡Saludos desde el futuro!
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