Perú logró un agónico empate, con un golazo, eso sí, de Paolo Guerrero, ante Colombia hace unos minutos en Lima. Y la algarabía no podía ser mayor. ¡Alcanzamos un cupo para ¿el mundial?! No, claro que no. Sino para el repechaje, ¡a un paso del mundial! Y el mérito ¿todo nuestro? Pues, no. Y no. Y no. Y no me cansaré de decir no.

Gracias, Venezuela, no te olvidaremos. (?)
Este partido me ha vuelto a la realidad... Perú jugó a la de siempre y ahora celebramos gracias a que los amigos hicieron lo suyo... Gracias a Brasil y sus tres pepas a Chile, al gol de Venezuela ante Paraguay. Pero, ¿nosotros? Nosotros no somos los protagonistas. Somos la contingencia de las circunstancias. El concho de los demás partidos. No hicimos nada. A Colombia le alcanzaba con el empate, por eso jugaron con cautela y cuando James metió aquel gol de oro, cuidaban la pelota. A Perú no. Perú necesitaba ganar. O, en el peor de los casos empatar si, y solo si, se daban algunos resultados que se dieron. Y, como se dieron, ¿no vieron cómo se pasaban la pelota al final? Era un triunfo, pues, ¡iríamos a repechaje!
No quiero ser antipatriota ahora que podemos ir al mundial, pero, ¿quizá no sea mejor enfrentar la realidad: ¿para qué iremos al mundial?

Gracias, papá.
¿Qué hubiera pasado si este o aquel perdía o empataba o ganaba...? ¿Celebraríamos algo? Espera... ¿por qué estamos celebrando? ¿Celebramos la medianía? Nos falta mucho por construir como equipo y como país. A ¿seguir celebrando? la contingencia. Ojalá le ganemos a Nueva Zelanda. Ahora la pelota sí está en nuestra cancha.


PD: No creas que no hemos olvidado de ti, Alberto.