Hola, estamos de regreso, esta vez con uno de los líderes en la lucha por los derechos civiles en los años 60, Malcolm X. Si bien ya hace un tiempo Liàre hizo una ficción por la muerte de Medgar Evers (clic aquí), también activista negro por los derechos civiles, esta vez está el intento de algo diferente. No solo porque se trate de otro personaje, sino porque me he tomado mayores libertades, ya verán. En fin, para quienes no conozcan mucho a Malcolm X, un resumen breve: activista afroamericano por la defensa de los derechos civiles, estuvo en prisión por involucrarse con el narcotráfico, crimen organizado, entre otros; dentro, conoció a la organización político-religiosa llamada Nación del Islam (NOI), en la que creció como líder hasta su separación en 1964, debido al racismo que se profesaba en la NOI. Visitó la Meca. Murió el 21 de febrero de 1965, por un disparo, antes de un discurso, en Nueva York.

.+.+.+.+.+.+. 1963: Extremos.+.+.+.+.+.+.

Nadie reaccionó sino hasta la tercera muerte. Sin embargo, la prensa ya había comenzado su trabajo. La mayor parte de la población norteamericana creía, gracias a una mágica coincidencia en los titulares, que un asesino serial andaba suelto. Tres muertes y una atrevida constante: gente blanca. Pero no era solo eso, esta gente blanca era abiertamente racista. Se trataba de un común oficinista, un empresario y George Wallace, gobernador de Alabama, en ese orden. Éste último confirmaba para muchos la teoría de un asesino de racistas. Días antes, había expresado, sin decirlo, el que sería su epitafio en la historia, y que lo convertiría por poco tiempo en un héroe, y por mucho más en una figura antagónica. «Habrá segregación hoy, y segregación para siempre». Se ganaba el menosprecio de los líderes del Movimiento por los derechos civiles y de muchos energúmenos, entre ellos, sus verdugos.

George G. Wallace, durante el discurso en que pronunció su
famosa frase «Habrá segregación hoy y para siempre» (1963)

Su muerte lanzó a Evers, Luther King, Parks y al polémico Malcolm X, a un estatus de violentistas y conspiradores. Después de todo, la gente negra era vista como un grupo completamente homogéneo por algunos, a pesar de los esfuerzos del Presidente y algunos activistas. Sí, los negros eran los culpables, se vengaban irracionalmente y de la forma más despreciable. El hecho desestabilizó al Movimiento, generando una mayor segregación entre la población estadounidense, una mayor hostilidad, como si las palabras de Wallace hubiesen sido más bien una maldición o estuviesen llenas de una extraordinaria clarividencia.

El Presidente Kennedy se manifestó sobre la muerte del gobernador. Tenía en el rostro el cansancio de toda una vida, como si lo agobiara la sola idea de que los diarios tuvieran razón y se encontraran en el umbral de una masacre. «Encontraremos a los culpables», dijo «el odio no sanará al mundo».

Los culpables no aparecieron, pero sí tres cuerpos muertos de hombres negros, atados, en la ciudad de Chicago. Llevaban un cartel con las letras "KKK" (Ku Klux Klan).
Comenzaba la pesadilla de Kennedy y el Movimiento por los derechos civiles. Una muerte siguió a otra, y muchas muertes a atentados terroristas en plazas y pequeños edificios. Era una guerra civil de líderes invisibles, porque los visibles se hacían vulnerables y el miedo los obligaba a protegerse demás, pese a su llamado por la paz.

El mismo miedo hizo que la gente saliera a protestar por seguridad. El gobierno y el Movimiento estuvieron ahí. Todos los líderes negros estuvieron ahí cuando Evers cayó al suelo y la histeria se apoderó de los manifestantes, convenciéndolos de que la paz no llegaría. Fue así que llegaron los militares.

Los grupos radicales se culpaban unos a otros por lo que sucedía y buscaban justificar este ciclo de odio interminable en la naturaleza inferior del negro o del blanco. Y en el mundo, las cosas tampoco iban bien. Los negros ya no sabían bien por qué luchaban, y los blancos ya no estaban seguros de qué quejarse. No faltaban las manifestaciones pacíficas de apoyo al gobierno estadounidense. Quizá fue esto lo que levantó la moral de norteamérica, además de encontrar al supuesto culpable por la muerte de Evers, un hombre blanco llamado John Travis, que confesó sin dudarlo que se trataba de una guerra por la supremacía de una raza, y que tampoco ellos conocían a sus "enemigos", pero se referían a ellos como Black Series, por la sospecha de la prensa de asesinatos en serie.

Malcolm X, 1963

Malcolm X era el que mejor comprendía a los radicales entre los líderes del Movimiento, debido a su antigua pertenencia a la NOI (Nación del Islam), que proclamaba la superioridad de la raza negra. No hacía mucho que se había retirado de este grupo. Para él, no había una solución a la vista más que la captura completa de los responsables de uno de los dos bandos. Sabía que ninguno cedería a pesar de las marchas y la presión internacional. Y sabía también que la gente que había comenzado a pelear en las calles, y que era constantemente capturada e interrogada, lo hacía por un impulso desesperado más que por convicción. Necesitaban hacer algo para calmar su miedo, pelear era la forma de enfrentarlo, más aún si se sentía una inclinación casi radical. Pero sabía principalmente que, si Evers había caído, ellos no estaban fuera de la lista.

Ese día habló con Luther King sobre la situación del país y decidieron continuar fuertes con su llamado a la paz, porque si no lo hacían ellos, no lo haría nadie. Era una decisión simplista, que no solucionaba nada. Ni siquiera la captura de John Travis había sido útil, porque desde la muerte de los tres negros en Chicago era obvio quiénes estaban detrás. Para lo único que sirvieron sus declaraciones fue para darles un nombre a los radicales del otro lado: Black Series, cosa que aprovechó la prensa al máximo. Aún así, el gobierno confiaba en que podrían usar a Travis para llegar al KKK y terminar con todo. Lo cierto es que el hombre no cedió tan fácilmente. Y cuando lo hizo fue que Luther King conversó con Malcolm X. El lugar era un edificio seguro, según el primero, y, efectivamente, nada les pasó mientras estuvieron los dos ahí dentro. «Los negros no matan negros», había bromeado Luther King, al referirse al amigo que le prestó el lugar.

Martin Luther King y Malcolm X (1964)

Cuando su conversación terminó y Malcolm estuvo algo lejos del edificio, escuchó un estruendo. El piso en que había estado con su compañero había explotado. Corrió de regreso esperándose lo peor, pero lo peor no fue lo que encontró, sino algo más doloroso. El líder estaba ahí, aún con vida, pero la explosión le había dejado unas heridas incurables. «Los negros no matan negros», le dijo antes de morir, y le señaló el cuerpo irreconocible de su amigo.

No pasó mucho tiempo para el incidente de Kennedy, el limpio disparo que lo silenció un par de semanas después de haberles entregado las calles a los militares.

Para suerte de Malcolm X, se había equivocado en cuanto a Travis. Pronto encontraron a los responsables de la masacre de negros y decidió conversar con  Johnson, el nuevo Presidente, para la pacificación del país y para combatir tanto a Black Series como a los grupos extremistas.


Con la mitad de los responsables capturados, no hubo asesinatos por varias semanas. Respecto a los que continuaban libres, Malcolm X dijo que para que los pollos regresen a dormir, debes apagarles las luces, «crecí en una granja, los pollos se vuelven locos si no duermen». Fue asesinado meses después, por un negro extremista.

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Muy bien, amigos, esto fue la ficción de hoy, una historia alterna a la conocida, con una guerra civil y demás cosas. A veces se puede transgredir así la Historia, por curiosidad o por diversión. Ojalá les haya gustado. Gracias por leer. ¡Adiós!