¡Hola!, estoy aquí después de varias semanas y la promesa pendiente de nuevos vídeos para el blog. Tendrán que esperar un poco más, pero de hecho que los haremos. En fin, yendo a lo que nos importa, la ficción de hoy está relacionada con la publicación de "El Origen de las Especies" (24 de noviembre de 1859), de Charles Darwin, obra en la que expuso su teoría sobre la evolución y las leyes que la determinan, especialmente la llamada selección natural. Y, bueno, la historia de hoy no está precisamente relacionada con eso, sino más bien con un hombre que asegura haber conocido a un alienígena, y que éste lleva por nombre nada menos que Darwin. Si quieren saber más sobre este personaje y su extraño encuentro, pueden continuar leyendo...


.+.+.+.+.+.+. ¡Ya quiero visitar Sapien!.+.+.+.+.+.+.

Fotografía de Charles Darwin (1869) [Recortada]
Hoy he conocido a un alienígena. Me dijo que su nombre era Darwin. Es curioso, porque no tenía los ojos grandes ni la cabeza hinchada. Tampoco tenía la piel grisácea, y hablaba muy bien el español. Supe que era de otro planeta porque me lo dijo. Se acercó a mí con una sonrisa y me murmuró al oído su secreto. Quizá parezca increíble este suceso, pero es real. Se me escarapeló todo el cuerpo cuando le oí decir eso con la confianza que, creo yo, todo ser extraterrestre debe tener al presentarse. Uno está seguro al visitar otro planeta de que no se trata del suyo, lo mismo que cuando visitamos otro país. La única diferencia con él es que, al parecer, aprende sin mucha dificultad cualquier lengua. Decía, pues, que no tenía una apariencia monstruosa, sino más bien amigable. Cualquiera lo hubiera confundido con un terrícola. Yo lo hice, y no me avergüenzo, porque ya aprendí que el código interplanetario es ser humilde en conocimiento, y tengo muchas ganas de viajar como él y hacer amistades por todo el universo. Darwin decía que se llama, como el viejo barbón que aparece en algunos libros de ciencia. Recuerdo que hace mucho me explicaron su teoría evolucionaria. Me pregunto si se aplicará en el planeta de mi nuevo amigo. Quizá, si estuviera vivo, saludaría con un gran apretón de manos al otro Darwin, de un planeta lejano llamado Sapien. Algo de ese nombre se me hace conocido, pero no sé por qué. Quizá sea que mi destino es visitar ese rincón del universo. Ya lo sabré luego. Pero sí me sería muy difícil aprender su idioma. Siempre fui malo en inglés. Espero que durante mi visita Darwin me ayude como intérprete.

Darwin está en la Tierra buscando una yerba. Él dice que es importante para los sapientianos (así se llaman los de su planeta) porque les permite viajar por las estrellas sin necesidad de una nave. Yo no le creía, pero me miró tan seriamente que he terminado por aceptar su propuesta de convertirme en su guía y ayudante durante lo que dure su misión, que es secreta. Lo de la yerba es solo para viajar, por lo que le he entendido. Y como prometió llevarme con él de regreso, me he entusiasmado mucho. Mientras trabaja en su misión, desaparece de la casa y ni los doctores saben dónde encontrarlo. Él dice que no confía en ellos, porque tienen zapatos, y los zapatos son impuros. Yo creo que como todo es muy blanco y limpio aquí, ver zapatos negros lo aturde un poco. Por el momento, sé que la yerba que buscamos está en el patio de la derecha. Le he preguntado a Alberto, que sabe de vegetales, y me ha dicho que vaya con cuidado, porque la gente de ese lado del mundo es muy peligrosa. Claro que no le conté que Darwin es un alienígena, porque es un secreto. Habrá que trepar una gran pared, así que es probable que necesite ayuda. Si Darwin no aparece, tendré que revelarle el secreto a Alberto y ofrecerle el viaje interespacial a cambio de su ayuda. Me pregunto si estará bien. A Alberto siempre le han gustado las estrellas.

Cúmulo estelar NGC4755, también conocido como "El joyero"

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Bien, bien, eso ha sido todo por hoy sobre locos, yerba y Charles Darwin, unidos por extrañas intenciones. Gracias por leer. ¡Saludos!

La fecha de la ficción de hoy es la de ayer, 16 de noviembre, día en que por allá en los lejanos 1532, fue capturado en Cajamarca, Perú, el último Inca gobernante a manos de los españoles de los que tanto ya hemos escuchado hablar: los "conquistadores". Las versiones (literarias) de los hechos sobre este día son variadas, dependiendo de si el autor estaba del lado de quienes les gustaba invadir o si no lo estaba.

En todo caso, esta ficción podría ser otra versión más, una que nos muestra a un Felipillo diferente... uno un tanto más ranger.

El miedo de Felipillo

Bien sabía questos hombres harían mucho daño desde el comienzo. Ahí nomás cuando los vi, ya sabía que solo maldades iban a traer. Nada de bueno podía venir con esa rapidez, una serpiente enojada parecía ese bote enorme. Tuve miedo al principio, quise huir pero me atraparon por puro tonto que me había quedado viéndolos tan diferentes a todos nosotros.


Ahora dicen que el Inca está en camino, que le van a hablar, que le van a leer el mismo libro ese que me hicieron leer por allá cuando me atraparon. Seguro el mismo juramento y esa fiesta extraña. Pero yo no me fío nada, ya sospecho lo que va a pasar está todo bien clarito. Estos quieren hacerle daño al Tayta Inca con una trampa. Y quisiera advertirle, pero si me descubren me matan, y si no me matan estos, me matan los mismos hombres del tayta, porque cuando saltó su rebelión, mi pueblo estuvo siempre delado de nuestro Inca Huáscar. Pero ahora todo es diferente muerto ya éste, la guerra es otra y una fuerza que creo que me viene dela panza me dice que estoy delado equivocado.

Ay, mamita, dicen que el Inca ya está acá, que me prepare pa’ salir, me apuran siempre como si fuera un allco. Todo por chaposito y bien dispuesto que soy seguro.
Ahí está el Inca, brillando como el sol, ya las patas me tiemblan solas, como si quisiera correr. Debe ser que en mi vida miserable no pensé que llegaría a  conocer al Tayta, menos de tan cerquita. Pero creo que el miedo de verdad debería darle a ese Valverde de mirarlo desa manera al Tayta. Bien fijito a los ojos veo que le mira como si fuera su igual, pero jamás el demonio va a ser el igual de un Dios. Yo si no me atrevo, caso hago de mis antepasados que siempre decían “jamás has de mirar al hijo del Huiracocha de frente porque podrías quemarte y ¡achachay! Eso debe doler harto”. No miro y no miro aunque este Valverde me dice que hable por él mirándolo al Tayta, para que disque entienda mejor. No quiero morir, le respondo, allá tú que quieras quemarte. Insolente, me ha dicho, me amenaza con los ojos como una fiera, pero no puede moverse, porque todo este encuentro extraño parece que esconde algo en sus entrañas y está a punto de explotar.

¡Ay Dios Huiracocha, por qué nos has mandado a estos demonios! Tantas maldades crees que hemos hecho. Esas cosas que revientan en los cuerpos han generado este infierno. Estos extranjeros me han protegido, pero yo la verdá que no quiero, quisiera morir allí con mis hermanos, las lágrimas no paran de salirse de mis ojos, me suelto y corro hasta casi donde esta el Tayta. No quiero mirarlo de frente, y ahora no es por el miedo de quemarme sino por otro miedo… uno más profundo. Su anda ha caído, unos extranjeros lo protegen de otros extranjeros, es todo confusión, gritos y sangre, y ahora ¡ya lo puedo ver!, tiene la mirada dura y fija en el horizonte, mientras lo agarran por los dos lados… entonces bien comprendo que nunca debí tener miedo de verlo con la cabeza gacha y pidiendo misericordia.
Tal vez Laika no fue solo una perra recordada por el maltrato animal. Tal vez, sin quererlo, su vida se extendió como una metáfora, un símil literario y metafísico. O tal vez solo hablo mierda por hablar.
Esto se trata sobre Laika y el Sputnik, aunque en realidad es más como Relatos de la Vida de algún adolescente inexistente. (¡Rima!)

Laika parecía feliz


Ella era algo dura. Algo difícil de encontrar; ella estaba donde nadie más estaba. Ella era, de alguna forma, como Laika en el Sputnik 2, varada en el espacio, mirando a la tierra o a la nada, pero nunca estando en algún lugar fijo. Era, a veces, un mito.

Estampilla postal del Sputnik 2

Cada vez que la recuerdo, recuerdo a un cielo gris. En realidad es un cielo oscuro, porque la asocio con la noche y con la música de alguna banda nueva en algún tocada
y de las mismas que iban golpe tras golpe en la búsqueda de la música como profesión. Hay olor a alcohol y a cigarros. Siempre estaba el ajetreo de la gente, todos esperando a escuchar a la misma banda una y otra vez. La misma banda que intentaba ser algo que posiblemente jamás lograrían. Tengo la sensación de que el guitarrista de esa banda me había hablado un par de veces, tal vez se llamaba Alejandro, aunque no podría estar seguro. Era moreno y tenía una especie de afro, quería parecerse a Slash y le tiraban mucha mierda por eso.
Es posible que fuera uno de los pocos que estaba ahí sin un interés tácito por la música. Lo mío iba más por el ambiente.
— Raro verte por aquí.
Lo mío, era más por la ligera tiniebla que se contrasta con las luces. El sonido que se envuelve en un silencio mientras el bajo suena potente, mientras la guitarra chilla y la batería estremece. Mientras alguien canta un poema o algo que le gustaría que fuera un poema.
—No seas pendejo. Estás aquí por ella, ¿tú crees que no se nota?
Lo mío, en una soledad solo quebrantada por algún empujón, un silencio quebrantado solo por alguna voz conocida, lo mío era amor por un lugar que no era como cualquier otro lugar. Una escena que se creaba en cierto momento y que perduraba segundos… minutos. Horas.
— Mira, yo conozco a alguien, bueno, conocí a este pana el otro día, que la conoce.
Estar entre la gente, como un conjunto, aunque cada uno es único, cada uno estando y disfrutando de ellos mismos por razones diferentes.
—¡Hey, despierta, fucker!
— ¿Qué coño quieres? Estoy aquí, relajado, ya va a empezar esto…
—Tú me tienes que creer pendejo. Hace un mes me decías “yo nunca vendré a un toque, eso es para gays, un montón de bandas amateurs” y ahora estás aquí, embelesado en la nada por una chica que no ha llegado.
—¿De qué mierda me hablas? Yo nunca te dije eso… — Y luego están los conocidos, que creen conocerte. Creen que un lago es solo el reflejo de Selene y sus nubes oscuras, que creen que un lago carece de la profundidad de un océano—. Como el monstruo del lago Ness.
—¿Hello? ¿Estás aquí? Mierda, tu siempre estás  como drogadísimo.  
— No, ahora deja de insinuar que vengo aquí a ligar o no sé a qué. Dude, te vas mucho por las ramas.
—¿Yo? Claro, man, lo que digas.— Un difamador profesional, es lo que es. Alguien que nació para distraerme de esta realidad virtual creada a través de melodías…
Pero estaba ella.
Ella y su cabello negro. Compondría poemas sino canciones, que hablarían sobre cómo simulan ríos de un agua negra de alguna ciudad estelar, donde la gente es esclava de robots… Aunque no llegaba aún. La esperaba, la esperaba en esta catarsis que había creado para limpiarme de mis demonios. Pero estos nunca se van, solo se esconden, murmullan. Generan dudas. Sobre su sonrisa, clásica. Una solitaria sonrisa que comprometía a un desconocido y a ella. Una sonrisa que creaba una amistad que trascendía lo humano en algún lugar, una sonrisa que me llevaba a otro lugar. Lejo de deidades malévolas, como Cthulhu. Lejos de la realidad cruel que deparó a Laika…
Ella que rondaba por lugares que nunca conoceré por no parecer un acosador. Luz, que traía a mi vida oscuridad y demencia. Luz, era lo que veía en los malditos antros a los que me atrajo. Fui a ella como una polilla, sin embargo, ella siempre ha estado ahí, impasible a mí, una polilla. Soy un Ícaro que solo espera a quemarse las alas y a descender en caída mortal.
Todo sería más cruel. Lo sabías. Todo tenía que desaparecer, tú… tenías que desaparecer del Sputnik 2.
Morir antes de chocar.
Porque las ilusiones, al fin y al cabo, con un garage rock, pop punk, alt. Rock, siempre terminan pasando y dejando un sabor agrio.
Mientras tu ataúd dio más vueltas de lo que tú pudiste contemplar, mientras que tu féretro cósmico chocaba y te incineraba al chocar con la tierra.
Te vi por última vez ese día,
Agitaste tu cola…
Parecías nerviosa.