Hola, hola, hola. He vuelto después de varios meses, ¿qué?, ¿se terminó el año? Vamos, aún queda un poquito de 2015 para disfrutar. Me ausenté un poco estos meses después de lanzar el Capítulo 0 de CAÍN, y Liàre completó un arco interesante sobre la aparición de la magia y un poco sobre el mundo de los ángeles. Su historia cerró hace poco y sería genial si se pasan a darle un vistazo. Yo, por mi parte, estaré más activo a partir de esta entrega, que es el capítulo 1. Espero no llenar todo de CAÍN y que reactivemos otros proyectos pronto. En fin, sin más...



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.+.+.+.+.+.+. CAÍN: La máscara de auqui - Capítulo 1.+.+.+.+.+.+.

Esa noche soñé con el Julián. Se le veía pálido, blanco como si se hubiera ahogado y saliera recién del agua después de días. Pero no me asusté en el sueño, no sé por qué. Me pareció normal, que estaba bien, que así era él. Vino a saludarme a la casa y nos tomamos un traguito. Era como las nueve de la mañana. Raro es tomar a esa hora, ¿no? Sí, pues. Pero ahí tomamos un llonque que tenía a la mitad desde la semana anterior por el cumpleaños de mi suegro. Cuando desperté la botella estaba igualita a como la dejé, menos mal o me asustaba. Pero sí lo busqué a Julián ese día. Fui a su casa pensando que le había pasado algo malo de repente. Me dijeron que salió temprano, como a las cuatro de la mañana, que no dijo nada. Eso me dijo su mujer. "¡Julián!", le había dicho, "¿dónde vas, Julián?", pero no le escuchó.

Él a veces hacía esas cosas. Salía y se iba a rezar a la puna, pero regresaba rápido para trabajar en su chacra. De día era así, en la noche curaba. En el sueño lo vi blanco blanco, y no recuerdo qué conversamos, pero me miró a los ojos y, eso sí lo recuerdo, me dijo que las cosas cambiarían. "Confía en mí", me dijo, y ahí sí me dio miedo. Un mal ánima debe haber sido que lo seguía y por eso rezaba más allá arriba.

Regresó con frío ese día, sobándose los brazos, y se fue a dormir. "Estoy cansado", decía, y se sonrió cuando le conté del sueño. Su mujer estaba preocupada. Amaneció con fiebre y no quería hablar con nadie.

Conversé con él más después, como a los dos días. Lo visité en su casa. Estaba solo, excepto por su pequeño nieto, que jugaba afuera. Él me llevó hasta el cuarto y luego salió corriendo. Le daba miedo creo. Qué habrá sentido, pues, el Julián le quería mucho.

Ahí estuve un rato hasta que me dijo que le había sucedido algo increíble. "No me lo vas a creer, Martín", decía, "pero tampoco te lo puedo contar". Con algún ánima debe haberse encontrado, porque estaba muy afectado. ¿Qué cosa has visto?, le pregunté. "La sombra de mi maestro". No dijo más. No me dijo que todo iba a estar mejor o que las cosas cambiarían, como en el sueño, pero cuando se puso bueno comenzó a hacer maletas. Muy sospechoso lo veía ya la gente. Solo hablaba conmigo y con su esposa y su nieto. Y cuando llegó su hijo a llevarse al Josecito tampoco habló con él.

Para Lima dicen que se fue. Yo no sé, pero ese día no subió a rezar, salió de frente de su casa, con su esposa, en silencio. Dicen que sabía de Sendero, que se estaba escapando o que él era un terruco él mismo y que sus largas  jornadas en la puna eran reuniones con los cabecillas o la gente armada, que les había hecho un favor y que su enfermedad era una mentira. Un traidor de los apus.

¿Qué pienso yo? Yo me acuerdo solo de una sola cosa, de su cara pálida y su miedo. Eso era de verdad. Un ánima ha sido, creo, un ánima que lo ha echado. Ahora, ¿por qué lo echaría un ánima? Eso es otro misterio, pues.

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 Bueno, eso fue el Capítulo 1, el testimonio de un amigo de quien, al parecer, será algo así como un protagonista. Gracias por leer. Saludos.

» Cap. 0 » Cap. 2.1
Como es navidad y todos amamos la Navidad (yay)... No, público imaginario, así no. Tienes que estar más entusiasmado. Todos amamos la Navidad. No somos como esos ¿punketos?... ¿socialistas?... ¿antisociales? ... ¡Enfermos! Que no aman la Navidad por cosas infantiles que no tienen ninguna importancia como el consumismo y esas cosas estúpidas de las que ellos hablan. Y amamos a todas las personas y para demostrar cuánto los amamos siempre les damos regalos a todos y a cada uno de ellos.

Yo tengo dos renos mascotas y son muy buenas mascotas porque vienen con una oferta, te traen dos duendes. Los duendes, mis amigos, son la mejor clase de esclavo que podrías tener. ¡Son esclavos mágicos! Así que puedes darles regalos a todo el mundo sin sudar, algunas veces los duendes mueren, ¿pero a quién le importa? ¡Obtuvimos regalos! Y todos amamos los regalos, todos amamos las sorpresas, ¿no es así? (yay) Vamos... son dos duendes esclavos, de todas formas cada que se muere uno, otro igual de verde y feo sale de la nada. Deben estar felices de ser nuestros esclavos...
Olvídenlo, vengo a hablar del Grinch:

Las Felices Navidades del Grinch


"Vivir, hermano, es como una novela"  Oyó el Grinch decirle un charlatán a otro. No oyó lo demás, pues un camión de juguetes pasó, eclipsando cualquier otro sonido. El Grinch se encontraba en un estado de irritabilidad extremo. Se acababa de parar de una reseca y eran las 10 de la noche. Dos horas para Navidad. ¿Cómo arruinar el día que más odias si de por sí te despiertas a 2 horas de que acabe? Era una cuestión difícil para el Grinch, de estados de ánimos inestables y una tendencia depresiva y autodestructiva que databa desde el comienzo de la Navidad. El alcohol había sido una bendición para él, en otros tiempos fue abstemio.

Observó la noche, se oían cohetes por aquí y por acullá. Era una noche iluminada, bulliciosa. Caprichosa ante sus propios deseos, con un egoísmo colectivo que le recordaba a sí mismo. Si el Grinch podía odiar a una cosa con intensidad similar al odio a la Navidad, era a sí mismo por odiar a la Navidad de una forma tan obsesiva, tan demente. Un gato callejero le pasó por el lado e intentó rascar su cabeza contra el Grinch, éste se engrifó. Realmente no podía soportar nada en la Navidad, a pesar de estar generalmente atraído por los gatos, agarró al susodicho por la cabeza y los desnucó en un acto reflejo. El cuerpo inerte del gato cayó del techo de una forma que el Grinch consideró artística. Su cuerpo cayendo como si negara las leyes de la gravedad, de una manera lenta, como si fuera una pluma, la nieve cayendo a su lado, el gato era en cierto sentido como una partícula de nieve.  El gato representaba lo que él pensaba de la fecha y eso le daba una sensación de justicia y felicidad morbosa que disfrutaba.

El Grinch saltaba de techo en techo, sin ninguna razón en absoluta, deambulaba de manera ciega. Era liberador, en cierta forma... era también como saltar sobre techos en llamas, techos llenos de Navidad. El Grinch saltó hacia la calle, hacia un centro comercial, al tocar el piso su forma cambió de inmediato, ya no era una bola de pelos verde y arisca, sino un señor de mediana edad, cabello gris, mirada tristona, una panza de cervecero. Si mirabas su cara, veías a un hombre acabado, que podía rozar el final de los cincuenta años. Hubiera dicho que tenía treinta y nueve.  Su postura era igual de triste,  ropa desaliñada, arrugada, su camisa blanca tenía una color amarillento... Aquel hombre podía ser todo lo deprimente, todas las historias de fracaso... Su rictus de molestia, daba lástima ya que no había una rabia molesta y altiva, era como una rabia que se había congelado en un pequeño fuego, en su entrecejo, en su boca.

Gente pasaba y pasaba, algunos lo veían y comentaban, "pobre hombre, seguro que perdió a su mujer, seguro que perdió todo." Lo decía gente que simulaba una felicidad honesta, la simulaban con tal veracidad que llegaba a ser honesta. Tal vez durará por los días festivos, pasará por el treinta y uno, luego una semana después y se volvía como un barco náufrago que llegaba a la costa de la realidad, donde todo parecía tener un tinte gris para los que tienen una suerte igual de gris. A veces la Costa Realidad es un paraíso de colores vivos, todos son felices y todos tienen tan solo un poco de negro en sus bolsillos, nada del otro mundo. Una tragedia al año es para celebrarse, ellos no lo dicen, pero lo saben y tal vez no saben que lo saben.

En fin, que el Grinch decidió entrar al centro comercial. No había nadie fuera de lugar excepto él. Claro, se oía un berrinche de un niño por allá, a su madre regañándolo, pero era un regaño a sonrisas. Nadie tiene permitido ser infeliz en Navidad, el Grinch se había preguntado en más de una ocasión si no era una especie de secreto a voces, una felicidad que se contagiaba mediante el miedo... ¡si no eres feliz viene la policía de la Navidad! Santa Claus podía ser así de cruel, pensó y rió de una manera que tenía algo de vulgar, algo de sucio. Su risa no era la misma que la risa de los demás, quien lo mirara diría que ahí estaba un depravado, un pedófilo. La pregunta que el lector se tiene que hacer es ¿por qué el Grinch se veía de esa manera? Puedes decir, y es una razón tan válida como cualquiera, que así se veía el Grinch porque así estaba en su interior, deprimido. Eso no podría estar más lejos de la verdad, señor lector. El Grinch podrá ser un sujeto tristón, de apariencia parda como humano, pero si el Grinch se veía de esa manera, era por decisión propia. Era su forma de decirse que la gente era tan mala que no podían obligarse a sí mismos a ayudar a un sujeto de tal aspecto taciturno. Eso había probado ser mentira en más de una ocasión, así que podemos concluir que al Grinch le gustaba dar lástima.

En un par de navidades, borracho y sin ganas de hacer nada, había cambiado su apariencia a la de un sujeto bonachón, al que todos querían, el que siempre tiene una broma, una sonrisa, un abrazo. Hace un truco de magia y sale un juguete, y todos le querían. Siempre que el Grinch hacía eso se despertaba la mañana siguiente sucio, como si tuviera un pegoste, una mala memoria que no podía arrancar de su cerebro.

El Grinch atravesó el centro comercial, la gente todavía mirándolo como fenómeno(los pocos que lo miraban) y fue hacia un bar. El bar tenía una apariencia igual de mala  y  todos los que estaban ahí eran igual de melancólicos. Habían solitarios alegres, así como hay desgraciados alegres y gente exitosa autodestructiva. Hizo un gesto con la cabeza y el bartender le hizo un gesto con la cabeza.
"Lo mismo de siempre."  Así pasó el Grinch sus navidades, borracho.
El tan esperado epílogo. Estaba muerto, tuve que revivirlo. Fue una situación difícil, en fin esto puede que explique algunas cosas. Puede que deje más dudas, puede que les parezca que no tiene ningún sentido...  puede que sea jugo de pez. Júzguenlo como les plazca.


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido Epílogo


Sariel quería destruir la tierra. Quería matar a los humanos, más que nada deseaba que Lucifer jamás hubiera existido. Nunca le había gustado el aire superior que emanaba, la forma en la que muchísimos ángeles creían tan sencillamente en sus palabras y sin embargo, cuando dijo que les ofrecería conocimiento a los humanos, que los tentaría,  nadie estuvo de acuerdo con él, nadie le dijo nada porque la idea se originó entre sus más cercanos camaradas y en secreto a voces llegó a expandirse por todo el Edén.

Una apuesta, ¿pueden los humanos, la creación perfecta, caer ante el tabú que les hemos impuesto? Sariel lo creía imposible, en ese entonces, no era él quien lideraba a los ángeles, sino Mihael, todos lo creían imposible, menos cierto grupo de ángeles, la mayoría formaba parte de su séquito no-oficial. Todos se habían sorprendido al ver que Semyazza compartía su opinión, los dos no solían llevarse bien. Un choque constante de vanidad,  aunque la vanidad no fuera precisamente lo que definía a Semyazza, sino  su astucia.

Cuando vio la sonrisa de Lucifer, ganador en una tierra de pecadores y asesinos, se sintió verdaderamente iracundo. Semyazza, a su izquierda, posó una mano sobre su hombro, como si supiera exactamente lo que pensaba hacer. Destruirlo  todo. Destruir a todos los malditos humanos que habían caído ante el pecado, entonces tal vez Jael pudiera servirles más tarde, después de todo tal como le habían ordenado a Set, su padre, y él a ella, había obedecido la orden de salir de la aldea natal de Adán y formar una nueva aldea en otro lugar.  Tal vez harían ver como la súbita muerte de los setenta humanos restantes había sido culpa de Satán.

 Semyazza tenía una idea diferente. ¿Por qué hacer eso si en generaciones futuras de todas formas Lucifer tentará a alguien de nuevo? Dejemos a los humanos a los que Lucifer tiró consigo a las profundidades del infierno libres, dejémoslos y hagamos un ejemplo de ellos. Imagina, le había conferido mediante telepatía, lo que haría, en forma de miedo, el conocimiento de que ya en el pasado Caín había matado a su hermano y fue castigado por nosotros. Ahora, Absalom, el insolente y terrorífico Absalom, mató por si solo a dos tercios de la población de la aldea porque hizo un pacto con el demonio. Él y su secta siguen rondando por la tierra, forzados a vagar como nómadas. Jamás dormirán, pues las voces de la gente a la que asesinaron los persiguen. Jamás morirán y verán cómo sus cuerpos decaen hasta que no quede más que hueso en sus cuerpos. Jamás amarán de nuevo, no habrá en sus vidas más que la terrible sensación de pérdida, de nunca tener un lugar al que regresar, de siempre tener que oír los lamentos de las almas en pena.

Semyazza, como Lucifer, era bueno con las palabras y Sariel, iracundo, no tuvo otra opción más que hacerle caso. Un enfrentamiento contra Lucifer sería terrible.

“¿Estás feliz con lo que has logrado Lucifer? ¿Feliz porque puedes mentir a unos humanos y causar desgracias? No has demostrado nada, además de que el alma humana es corruptible y que lo que más necesitan es a un pastor. Fuimos descuidados y tú te aprovechaste de eso, mas esta será la última vez.”

“¿Siguen en negación en el cielo? Castigaron a los humanos al mandarlos a engendrar en el infierno,  a estar en contra de la tentación animal, a su curiosidad natural, permanentemente, para satisfacer su ideal; al traer vida en este mundo no tienen otra opción más que dar vida por ello, si la mujer no tiene suerte y si la tiene, igual ha de sufrir. Y el hombre no es más que un esclavo de la lujuria y de la rabia, pocos hombres tienen la voluntad de luchar contra sus instintos. ¿Dicho todo esto, siguen apelando por una bondad intrínseca? No hay tal cosa.”

No podían hacer otra cosa que aceptar que Lucifer había ganado, que habían perdido fuerza en el Edén, pues una escuadrilla de ángeles había desertado, convencidos por lo que Lucifer había mostrado. Había confusión en el Edén…  Se había llegado a un acuerdo, Semyazza y Lucifer habían negociado, ya que Sariel se negaba rotundamente a decirle algo a éste. Los humanos de Lucifer se irían de esa aldea, ya habían causado mucho mal. Jael y los que creyeran en ella, seguirían viviendo sus vidas.  Lucifer lo aceptó, ¿qué más podía pedir que un culto en su honor? ¿Una herramienta perpetua libre para su uso? Absalom no tardó en sanar, estaba molesto por haber cedido su lugar de nacimiento, mas Anah lo convenció de que era lo mejor.

La historia de Absalom, narrada por Jael, fue digna de pesadillas para muchos. Las generaciones pasaron y el nombre de Absalom se fue perdiendo. El mito cobraba vida, los actos de él eran exagerados hasta un límite terrorífico e inhumano. Al principio, retratado como un horrible y cruel humano, más tarde como Lucifer disfrazado de humano tentando a todos en la aldea, brindando a la empatía humana como su propia arma. La última fue la versión que caló en la historia.
Por otra parte el culto de Satanás, tras largos años como nómadas, se estableció finalmente. La verdad era la base de todo. Hablaban tanto de lo malo como de lo bueno de Lucifer,  de los ángeles del Edén, de Dios. La brujería  era la norma, pero también lo era al no hacerle daño a los demás con ella. El usarla por el bien, más por sus propiedades curativas que por posibilidad de hacerle daño a alguien. Por supuesto, entre los humanos siempre están los osados, los que ven en su egoísmo un camino que labrar.  Pero Absalom vivió una larga vida y no perdonaba las faltas, se le tenía miedo y mucho más respeto. El viejo monarca sabía las maneras de los ángeles caídos, conocía bien las tretas de Lucifer y de los ángeles del Edén. La presión de Lucifer había pesado en algunas de sus decisiones, pero el culto no era exactamente lo que éste había planeado. Vio tres generaciones pasar tras sus ojos, a su hijo morir, a su nieto morir y finalmente, murió él, teniendo su bisnieto cuarenta años.

El viejo monarca sabía las maneras de los ángeles caídos, conocía bien las tretas de Lucifer y de los ángeles del Edén. La presión de Lucifer había pesado en algunas de sus decisiones, pero el culto no era exactamente lo que éste había planeado.

Entonces, una nueva marca fue dada y un nuevo orden en el culto empezó a sobrescribir lentamente las leyes de Ab. Absalom había probado ser más que una herramienta, pero con su muerte los ángeles caídos pudieron torcer el orden de jerarquía. Su séquito no sabía cómo responder ante las sugerencias, órdenes, de dichosos ángeles caídos.  El culto de Absalom se volvió el verdadero culto a un siniestro Satán que Lucifer quería.  
El final de los finales... o no. Teoricamente se podría dejar de leer hasta aquí, y ya, pero el mundo sigue... O mejor dicho, la historia de Absalom termina aquí. Absalom se cansó de contarnos sobre ese inicio, es un inicio que ha contado ya demasiadas veces. Tal vez nos haya mentido, en retrospectiva los personajes siempre quieren parecer cool. Puede que Absalom haya sido mucho más fácil de manipular y no haya visto a través de nada, puede que todo sea una genial exageración... Pero probablemente no lo es. En fin, la "octava parte", será un epílogo.


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido 7ma Parte


Nunca pensé que vería a alguien ser mutilado por una bestia, por un arma. Era un pensamiento que no podía formarse en mi cabeza.  Me costaba pensar que alguien fuera capaz de matar a otra persona, ya había pasado y precisamente eso; ese sucio recuerdo que nos habían repetido desde que Caín mató a Abel, era el recuerdo que nos demostraba lo aterrorizador que sería… sentir la furia de Dios, que se manifestaba ahora en horrible cólera.  Así mismo, nunca pensé que vería a un demonio… ¿a una bestia? Matar a un humano, descuartizarlo de la forma tan violenta en la que lo habían hecho.  Nunca pensé que vería en el piso una mano seccionada del cuerpo de alguien. Nunca pensé que asesinaría a Abiram.  Todo lo que había sucedido, había llegado al extremo de lo posible. 

Así, con este pensamiento en la cabeza, rompí el cuello de cuatro horribles bestias que atacaban a mis coterráneos.  Maté incluso a los que peleaban contra los… ¿humanos?… con lanzas. Dudaba de la veracidad de todo y era difícil. Una sensación de hormigueo y un dolor indescriptible eclipsaban mucho de lo que intentaba pensar. Ya llevaba más de una hora sin poder moverlo, solo viendo como la oscuridad se arrastraba por mi brazo, casi llegando a mi hombro.  


“¿Cómo puedes confiar en los ángeles, Jael? ¿Cómo pudiste dejar que hicieran esto a nuestros hermanos, a nuestras madres y padres? ” Dije, tras la caída de las bestias, solo se escuchaban gemidos de dolor y cansancio.  Mi voz, aunque baja, fue escuchada. 


“¿Quién crees que trajo a estas bestias? ¿Quién ha hecho más daño, hijo mío?”  El énfasis que puso al decir hijo mío fue vomitivo.   


Una pregunta difícil de responder, se veía en mi cara, su sonrisa condescendiente lo reveló. Ardí en una rabia controlada. Era cierto. ¿Cómo no vi algo que estaba en frente de mis ojos? ¿Cómo pude ignorar que la bestia que me había atacado era la misma que había estado a los pies de Lucifer, mansa?  Era tan claro… Lucifer había mentido tan clara y descaradamente… Una apuesta. Claro, una apuesta, si podía destruir a esa bestia, seguro le sería útil más tarde. 


“¿Es que eso justifica alguna cosa? ¿Tenemos que ver qué lado ha hecho peores cosas para saber quién tiene la razón? No… no entiendo, no entiendo nada. No entiendo cómo los ángeles pueden jurar querer nuestro bien y luego hacer lo que hicieron aquí. ¿No ves lo que está pasando?”  E incluso cuando escupía esos pensamientos poco elaborados, que eran más un berrinche por no querer aceptar una verdad que ya conocía, no podía dejar de pensar que todo era tan despreciable…  “¿Por qué tuvo esto que llegar a un baño de sangre…?” 


“Porque Satán te ha manipulado. Porque mancillaste a la gente que vivía feliz. Trajiste una sucia mentira y la vendiste por verdad; les enseñaste ilusiones sobre lo que podría ser… los tentaste. Tal como Satán tentó a Eva y Satán te tentó a ti. A Eva se le podía perdonar el mal, tú… tú esparciste el mal. Todo lo que hizo Dios, lo hizo porque había que limpiarlos a todos, a todos los que dudaran… a los que pusieran en duda la fe por creer en ti.”


“¿Cómo puedes decir eso… cómo creer tan ciegamente lo que dice un bando?” 


“¿Quiénes nos crearon, Absalom?”  


“¿Y qué justifica eso? Porque nos crearon… si nos crearon… ¿qué justifica? Si hay tanta verdad en su versión, ¿por qué exiliaron a Lucifer? ¿Era eso necesario?” 


“No entiendes nada. Estás mancillado…  y pensar que te vi crecer, siendo tan solo un niñito.  Pensar que tu madre murió por lo que crecería para ser un Monstruo… que tu padre moriría trágicamente  en una cacería, cuando aún eras un niño, para que crecieras con el único fin mancharnos a todos con tus mentiras.” Hizo una seña y sus guardianes fueron hacia a mí. 


Con un mismo movimiento de mano los impulsé hacia atrás. Me levanté del suelo,  estaba dos metros por encima de ellos. Sentí un cansancio profundo que parecía entorpecer cualquier movimiento que intentara hacer.  Ya era hora de que sintiera la fatiga. Ante mí podía ver a sus cuatro guardianes, mirando hacia el cielo, el sol a mi espalda. No podía ganarles. Me fui hacia adelante, el objetivo era disturbar la energía que formaba el sello. Mi cuerpo se movió con rapidez, llegué hacia el sello tan pronto como quise, pero me encontré a Jael en frente de mí, volando de la misma manera.  Se veía por su expresión la tensión que le provocaba usar la magia. Comprendí que esa era la razón por la que tenía a los guardianes, la magia era un golpe fuerte a su senectud.  Una ráfaga de aire nació en mi mano y se dirigió hacia ella dando un silbido.  Lo esquivó a duras penas, sangre manchaba sus ropas alrededor del abdomen. 


“De verdad eres un monstruo… me costaba creerlo…”  dijo a duras penas, pero lo que vino a continuación fue energía empujándome hacia el suelo con tanta fuerza que escupí sangre. Sin dudarlo un momento, sus guardias me rodearon apuntando sus lanzas hacia mi malherido cuerpo. A pesar de que sentía una oscura sombra a punto de tomar vida, la impotencia se materializó en un movimiento que me terminaría de desgastar. Electricidad salió de mi cuerpo, explotando y destrozando los cuerpos de sus guardias. 


“No eres más que un vil asesino.” Es cierto, pensé. No soy más que un vil asesino, vi hacia mi izquierda, ya no tenía fuerza para siquiera mover mi cuello. Podía ver mi hombro oscurecido… tal vez, cuando llegara esa oscuridad a mi corazón, moriría. Creí ver la silueta de Anah, pero eso cambió rápido. Jael levantó mi cuerpo pusilánime.   Ver cara a cara a la persona que me había criado, sudando, jadeando con sangre en su boca, era una imagen horrible. Lo que me impresionaba era su intensa rabia, su insensibilidad hacia la masacre. Desentendiéndose con una justificación débil.  Maldita sea, yo entendía que incluso lo que había hecho era horrible, jamás me perdonaría por eso…   y sin embargo ella era capaz de justificarlo y encontrar justicia en sus actos. Sentí una presión aplastante en todo mi cuerpo. El esfuerzo se desvaneció al ver que a ella misma le costaba mantener esa energía. “No sé qué decirte, Absalom.  Espero que el infierno sea piadoso con tu alma.”  Quise responder: Vivimos en el infierno, más no dije nada. La máscara de energúmeno que portaba me dejaba claro que la vieja que estaba delante de mí había dejado de ser humana hacía muchísimos años. Era solo un títere.


Anah, en efecto, había sido la dueña de la silueta que había visto. El sello había desaparecido ya supongo, considerando que estaba detrás de Jael, a unos diez metros. Eso no fue lo que distrajo a Jael.
Una risa majestuosa y vulgar, nació solitaria y se volvió la de una multitud. Triunfal fue la llegada de Lucifer. ¿Pero qué había ganado? 


“¿Ves lo que está pasando Sariel, Remiel, Gabriel? Oh… Mis hermosos ángeles. ¿Qué tan profunda es la equivocación que los tira hacia abajo, que los obliga a descender al plano de los caídos?”
“¿Esto?” Dijo una voz que se oía como muchas, sin adoptar presencia.”¿Esto te entretiene, Lucifer?” 
“Fue una apuesta. Una apuesta entre murmullos. Ustedes sabían que lo haría y no me detuvieron la primera vez. Esta vez, no me vieron venir y cayeron en mi juego, provocaron una masacre. No podían soportar que un humano pensara algo diferente. No podían aceptar que los guiara hacia una versión de la verdad  no censurada.” 


El sol de la mañana había hecho que la sangre se secara rápido, una nube cubrió al sol dándonos algo de fresco.  De un rayo de luz, pareció descender el mismísimo sol. Pronto fueron sus siluetas a contraluz las que se vieron. Arriba, en el cielo, haciendo gracia de la majestuosidad angelical,  se encontraban ocho ángeles. Sariel a la cabeza. 


Abajo, en la tierra sanguinolenta, en la miseria del infierno. Jael perdió su fuerza y me dejó caer al suelo, Anah sostuvo mi caída como pudo. Cerca de nosotros, estaba el séquito de Lucifer.  En el infierno la gente gemía y tenía miedo. La rabia empezaba a ceder paso a un miedo que surgía por la presencia de ambos bandos, chocando. El dolor de sus heridas se hacía real cuando las fuertes emociones ya no maquillaban sus sentidos, pero había un silencio grande y espacioso, que no daba paso a ningún pensamiento, como si todo fuera cubierto por los verdaderos protagonistas; invadiendo tu mente y dejándote exhausto. Mi consciencia empezaba a ceder lentamente. 
 

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