Hoy, 22 de junio del 2015, comenzó el ataque.




Uno escribe por vanidad, hilvana historia pensando que alguien más las leerá algún día y ser acordarán de uno como alguien que uno en realidad nunca fue. Serás eterno y en dos días más será tu santo. Recuerdo que me mencionaste algo de un tal Saulo y cómo él con un tal Pedro se convirtieron en mártires de Roma… mártires, ángeles, ¡maldición! ¿En qué pensaría ella mientras su rostro era carbonizado? Yo la vi, claro que la vi. Y también a ese imbécil que no sabía que los que estábamos en los refugios éramos humanos, ¡somos humanos! ¿para qué saliste, Sakura? «onii-chan» サクラ ちゃん。。。 Ella escribía historias… Le partiré la cara a ese malnacido.


Nota encontrada en un cuaderno de 鈴原 トウジ, fechada el 24 de junio del 2015. Reconstruída por  相田 ケンスケ después del accidente.
El 21 de junio de 1945 terminó uno de los episodios más terribles que el mundo civilizado haya vivido, una cantidad inmensa de nobles guerreros resistieron una invasión tanto como pudieron y muchos civiles fueron obligados a suicidarse. En un cielo no muy lejano dos seres observaban esta historia.
-Dadá por qué se hacen esto nuestros hermanitos? -Es parte de su crecimiento, Bushi, su planeta es aún muy joven y necesitan aprender mucho para desarrollarse. -Pero... duele, duele tanto. -La muerte? La muerte es parte natural... -No, no la muerte, eso -Oh, el asesinato disfrazado de ritual suicida. Sí, es aberrante, pero nada que no seas capaz de comprender, pequeño, Bushi. -No quiero ir a ese planeta Dadá, no quiero, duele mucho. -Entiendo, eso que te conmueve ahora es justo lo que llevarás contigo cuando decidas ir, justo lo que necesita de ti ese planeta. Lo comprenderás pronto, mi noble hijo. -Y si acabamos con esto ahora? Podemos hacerlo, verdad? -Sí, tenemos el poder para detener su crecimiento en un momento grave de crisis, pero me temo que eso solo retrasaría algo importante que deben vivir. Además, siento que un breve periodo de paz se acerca, luego de un crimen galáctico por el que uno de nuestros hermanos pagará muy caro, muy muy caro, un crimen atroz. Oh, hijito, te necesitan tanto. -No sé si pueda Dadá, tengo miedo. Sé que estaré protegido y que algunos me escucharán, pero temo perderme entre tanto sufrimiento y olvidar quien soy. -Oh, pues teme cuanto quieras, hijito, ese temor es pasajero y cuando el amor en tu corazón solar se desbordé serás capaz de nacer en la Tierra y sembrar un camino de paz como el que nos trajo hasta aquí a tu madre y a mí hace dos mil años, por cierto se hace tarde y no hemos recogido ninguna manzana gigante será mejor que nos demos prisa. Sabes que le gusta comer pie mirando el inmenso mar dorado esperando que lleguen más hermanitos. -No entiendo por qué comemos sí no lo necesitamos. -Es parte de nuestra preparación para la Tierra, allí tampoco lo necesitaremos, pero durante un tiempo será necesario. -Mira Dadá se acaba la guerra, se acaba la guerra. -Aún no pequeño hijo, aún no, todavía tienen que aprender mucho de sí mismos y de nosotros esos terrícolas. Te he hablado de la prisión del pensamiento?
Hace 29 años falleció Jorge Luis Borges, en 1986. En ese sentido, y después de releer «El brujo postergado» decidí, qué mejor excusa, escribir sobre él, o, huelga decir, en base a su magnífico cuento. A saber:

El horror, o lo que debería serlo


A Los Fetos

Después reflexioné que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos y siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí…

Jorge Luis Borges



Visto en perspectiva todo resultó siendo más que raro, cómico. Habíamos ido con Walter, nuestro profesor de antropología, al centro. Nos dijo que una corazonada le decía que algo habíamos de encontrar. Y vaya que no se equivocó. Mientras nos reuníamos nos comenzó a mostrar, desde su celular, un vídeo de cómo era la ciudad hacía tan solo 5 años. Las cosas habían cambiado al punto que, algunos lugares, como el Gran Teatro Nacional, el tren eléctrico que pasaba raudo a cada momento cerca de ahí e incluso un centro comercial popular ni existían. Tampoco nosotros teníamos cómo saber que lo harían. Donde es ahora el Gran Teatro antes había sido sede de, varias veces, ferias del libro de viejo e internacionales; y, la mayor parte del año, un estacionamiento. La canción de fondo era rara, mítica, «¿japonés, profe?» preguntó Claudia con acierto. «Así es», fue la respuesta del profesor, escueta, sin sobresaltos. 

Profesor, interrumpió gitana, si me da al menos la cuarta parte de lo que tiene lo curaré de su maldición. Afirmó a boca e’ jarro.

 Yo dudé un momento de si eso era a lo que él se refería con su «corazonada» o si él lo había preparado todo. Más aún con lo que pasó con Zileri la última vez y cómo él, el profesor, en vez de argumentar, comenzó con una seguidilla de falacias que, una vez identificadas todas, no me quedó más que reírme y darle toda la razón a Zileri.

¿Cuánto es lo que tengo? Le preguntó casi imperturbable Walter.

 La gitana no dudó y le dijo «500 soles solo en un bolsillo». Walter río de buena gana y rompió la tensión. Su rictus solemne de profesor universitario de nuestra universidad cambió. Reía de buena gana, como un niño. «Señora, le dijo lamento informarle que si bien es fin de mes, a mí me pagan los cincos y no tengo ni medio peso en el bolsillo». La mujer lo miró incrédula, su cara había cambiado. Había quedado expuesta en medio de nosotros, sus potenciales clientes, por un tipo flaco más bien bajo y prieto y de pelo hirsuto bien al ras que no paraba de reírse. Parecía actuado, histriónico, pero a la vez del todo natural. Maldije a los mil diablos que Zileri no estuviera presente. Siempre llegaba tarde. Carajo, Zileri, cómo la cagas. Miré a Claudia de reojo que miraba la escena divertida «¿le crees?», le pregunté. «¿Qué cosa?», me respondió. No me seguía. ¿Acaso nadie pensaba que podía haberla armado?

¿Qué es lo que íbamos a hacer? La verdad que no sé. Al profesor se le ocurrió sacarnos el último día de clases de la semana de junio, a tan solo dos semanas de la entrega de la monografía final que no sería otra que nuestro examen final, porque, según él, encontraríamos material valioso hoy, justo hoy. Hasta ahora había sido todo inútil y lo único que había calado en mí era que el profesor mentía. Aquel episodio de la gitana fue ridículo porque de un plumazo se había tirado por la borda lo que él propuso a lo largo del curso: que existe lo paranormal y que la ciencia no tiene la respuesta a todo. Ya iban a ser las 9 de la mañana y no llegaba ni medio salón. La cita había sido a las 8 en el Parque Universitario. «¿Cuántos somos?», le preguntó a Evelyn. «Exactamente 13, profesor», respondió ella. «Trece, bien, —lo dijo con una media sonrisa—, los apóstoles y Cristo concluyó». No reprimió un risa ridícula. Falta Zileri, le dije. «¿Ah, sí? Zileri… entonces lláma… fue interrumpido estrepitosamente por un borracho que se dejó caer  encima de él que, con un giro rápido, pudo zafarsele—». Todo era para no creerlo. Ya de nuevo con nosotros dijo: «con trece nos basta. A las 9 nos ponemos a trabajar». ¿A trabajar? ¡A vagar será! Claro, como Zileri no te aguanta  tus cojudeces... No usaba móvil así que hacer una llamada hubiera sido en vano. Carajo, ven, ya.

«¿Qué es lo que buscas?». «¿Ah?». «Puede que yo tenga la respuesta. Sígueme, tu madre ha muerto, ¿no? Pobrecito, sígueme, vamos.» Intenté huir. Era en vano. Ya estaba dentro del edificio. Había una luz tenue que no dejaba ver las escaleras por donde había subido. ¿Por qué entré en un inicio?  Porque me pareció que por ahí se había ido el profesor con el grupo. ¿Dónde estaba, para empezar? Todo fue muy confuso, es decir, cómo me perdí. Porque estaba perdido… ¿no? Creí haber visto a Zileri comprando gatos chinos en las inmediaciones de la calle Capón. «¡Zileri!», grité, inútil, pareció no verme.  Intenté seguir sus pasos rápidamente pero perdí el rastro, ¿lo perdí realmente? No sé, cuando caí en cuenta... ya no estaba, ¡ni nadie del grupo! Le había dicho a Claudia que me espere pero no vi a nadie. Solo al profesor. Parecía comprar en la misma tienda donde estuvo antes Zileri, ¿no? «Por aquí», me dijo una señora. «¿Alumno del profesor, no?» «¿Ah?, sí», le dije instintivamente, «sí, sí». Él te espera. «Pero, ¿qué es lo que buscas? Lo que realmente buscas», me preguntó mientras subía las escaleras. «Sígueme, sígueme». Me adelantó el paso rápidamente y cuando caí en cuenta ya no podía ver las escalera por donde había subido. ¿La luz había dejado de iluminar? Desperté como a las 3 a. m. Pude ver el rostro de la vieja a través de mi ventana entonces comprendí que todo había sido un sueño. Cómo que el rostro de la vieja en mi ventana… Zileri no dejaba de llamarme.