Sobre la muerte de Medgar Evers

En un tiempo lejano, más de seis eones atrás... Luego de la Segunda Gran Guerra, para ser precisos, en un gran país, cuna de la libertad, se peleaba por los derechos de un grupo. Los afroamericanos tomaron en ristre sus rifles desintegradores. Los blancos respondieron con la artillería pesada. Fue una batalla horrible. Ok, no...
¡Holas!
Hace mucho, mucho tiempo existió un activista por los derechos afroamericanos llamado Medgar Evers, ¿pero qué pasa con él? Bueno, en ese tiempo también el KuKluxKlan era más activo, además de eso existía un grupo llamado "Concejo de Ciudadanos Blancos" que aproababan la supremacía blanca y no temían a tomar acciones violentas con tal de probar sus puntos(si es que acaso eso prueba algo). En fin, esta ficción relata... algo, que leerán. CaritaFeliz.

No hay activistas en el cielo


Lo primero que oyó fue la explosión de un rifle. Luego estaba en el piso, sanguinolento. Seguido de ello oyó gritos; intentó arrastrarse por el piso(no logró pararse), cada movimiento era un esfuerzo increíble. Se creyó escalando alguna montaña, con sus hijos. Luego sintió como la sangre fluía libre, caliente, un rojo furioso y oscuro. Su vista se obnubilaba. Su consciencia se disipaba mientras sus brazos reptaban intentando llegar a su casa.
Pensó en la situación, no completamente anómala:
“Buenas noches, querida. Como puedes ver, me acaban de disparar, creo que es bastante grave. ¿Podrías llamar a la ambulancia, por favor? No, no te puedo besar como siempre acostumbro a hacer, ni tampoco puedo cargarlos, hijos. Estoy herido, verán, es un disparo de un rifle. No sé si salga de esta”.
La puerta se abrió súbitamente, estaba a ocho metros de ella, su mujer. Vio su cara angustiada. La respiración se hacía forzosa.
“¡Oh dios, oh dios! Medgars, querido... por favor, resiste”. Su cabeza estaba en las piernas de su mujer. El olor a perfume era hermoso. No veía a sus hijos. Mejor así, pensó.
Medgar Wiley Evers
La realidad le parecía confusa. Un alboroto donde no se entendía nada.
“Amor, lo siento”, le dijo antes de perder la consciencia, por meros segundos. Sí, lo sentía. Lo sentía, profundamente en su cuerpo. Una bala de alto calibre que estaba enclaustrada en él. Sentía también que sus hijos tuvieran que verlo morir así. Se sentía orgulloso. Recordó, la certeza le hacía sentir remordimientos, su activismo por la equidad.
“Esto... esto es más grande que nosotros. Habrá justicia. Quizá tarde, pero la habrá. Mi muerte, tendrá un impacto.” Era el pensamiento de un hombre agonizante que no estaba siquiera consciente. Eran fugaces ideas que volaban.
Repentinamente se encontraba en su niñez. Hacía calor, mucho calor. El sudor corría por sus sienes. Transpiraba, pero estaba feliz. Enorgullecería a sus padres, obteniendo el diploma de secundaria. Luego representaría a su país en la guerra. Esos nazis... no eran humanos; y eso le ardía en su sangre, la injusticia. Y la bala.  
Vio a los camilleros recogerlo, había prisa. ¿Por qué tanta prisa? Nadie se está muriendo. Sintió como le caían lágrimas en la cara. Lo asoció con la lluvia, y un disparo del mortero lo dejó desorientado por un par de segundos. Recuperó posición rápidamente, junto a sus compañeros y siguieron avanzando bajo la artillería alemana. Recordó la muerte lenta y dolorosa de un compañero. Un disparo que atravesó el pulmón. El desgraciado resistió más de lo que le habría gustado. Sonreía con un orgullo inentendible; eran compañeros de secundaria.
“Oye, Evers, prométeme, prométeme que le dirás a mis padres que luché como un hombre. Que morí recordándolos a ambos. Los amo, evers, tengo miedo...”
“Tengo miedo...” dijo, su esposa estaba a su lado en la ambulancia, ella ignoraba que estaba inconsciente. Maldecía al universo, maldecía a los blancos y a la injusticia que había obligado a su marido a ser un activista.
“Todo va a estar bien. Recuerda a los niños, ellos te necesitan. Por favor, querido, no... no”. Lo oyó. Se le antojó dramática la voz...
Lápida de Medgar Evers
El blanco se le antojó deslumbrante. ¿Estaba de camino al cielo? ¿Le esperaban ángeles?
¿De verdad este era su fin?
Vio a su esposa por última vez sentada. Luego se vio a él en una camilla. Oyó como el médico lo declaraba muerto.
La vida se le antojó sumamente injusta y malvada. Pero estaba muerto. Y no hay activistas en el cielo.

0 comentarios:

Publicar un comentario