Dilema sobre la muerte de Nerón

Ha llegado el día en que finalmente vuelvo a publicar algo. Aquí estoy ("Hola"), esta vez con un personaje del que es seguro que la mayoría conoce: Nerón Claudio César Augusto Germánico, emperador romano. Aquél de quien se dice que tocaba la lira mientras veía arder la ciudad de Roma, incendiada por él por el simple capricho de una remodelación. Sí, él mismo. El hecho es que Nerón se suicida el 9 de junio del año 68 D. C. con la ayuda de su secretario, Epafrodito. Esto sucedió debido a una serie de rebeliones que terminaron en la de Cayo Julio Víndex, que haría que Galba ascendiera como nuevo emperador e incluso las fuerzas militares le dieran la espalda a Nerón. Después de su muerte, Roma vivió una etapa de inestabilidad: durante un solo año tuvo 4 emperadores, lo que se conoce como el Año de los cuatro emperadores, luego del cual iniciaría una nueva dinastía. En fin... sin más preámbulos, están invitados a leer.

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La noticia del destierro no lo sorprendió. Tras la muerte de Nerón, hacía ya muchos años, para Epafrodito la vida se había tratado de esconderse entre la multitud, de evitar bajo cualquier condición resaltar siquiera un poco. Debía mantener su perfil bajo si no quería ser notado por el emperador, que, aunque hubiese cambiado tantas veces en casi tres décadas, fue siempre enemigo de su amo. Para él, se trataba de la misma persona. Es así que el emperador, ahora con el nombre de Dominicio, recordó el papel que interpretó Epafrodito en la tragedia sobre el suicidio de Nerón. Su propio secretario no había podido protegerlo con su vida. Esto constituía un delito muy grave, era fácil marcarlo como un traidor. Dominicio tenía el tino suficiente para darse cuenta.

"Nerón en la Bahía", por Jan Styka

Epafrodito no estaba sorprendido. Lo estaban obligando a irse de su propia tierra y él sentía que debió hacerlo hace mucho. No sabía con seguridad por qué no se había atrevido. Quizá esperaba que alguien viniera a impartir justicia para sentirse por fin libre de toda culpa. Recordaba con demasiada claridad la demencia de Nerón, la desesperación ante su decadencia, sus acciones desatinadas para acabar con sus enemigos, las consecuencias de matar a tantos gobernadores sospechosos de haberse pasado al bando enemigo, el abandono de la guardia pretoriana y la inminente desolación de un emperador que se convertía ahora en “enemigo público” declarado por el Senado. Recordaba con demasiada claridad el plan de Nerón para darse muerte, pero también el terror que lo invadió al verse como su propio verdugo para conservar su honor. Nerón nunca se quitaría la vida, el miedo nunca lo dejaría y su orgullo no podría ser salvado por nadie. Solo estaba él allí, el secretario, siempre dispuesto a acompañarlo y protegerlo. En ese momento pensó que era así, se le hizo muy nítido: debía ayudarlo a ejecutarse a sí mismo. Era la única manera de protegerlo.
Tres décadas después, aún sentía en sus manos las de Nerón, aferradas con una fuerza insana al puñal, y el calor de la sangre imperial bajando por sus brazos desde el cuello de su Señor. Entonces volvía a escuchar sus quejidos y el difícilmente pronunciado “Gracias” que terminaría por atormentarlo toda su vida.

 “¿Murió por convicción propia?” No le quedaba claro si el emperador estaba convencido de su propia muerte. Quizá nunca lo estuvo y la decisión fue puramente suya. En ese caso, su culpabilidad era tan grande como su tormento y era probable que ni siquiera los dioses lo perdonaran. Era un acto vergonzoso.

El camino hacia las afueras del imperio era difícil. Tenía que partir esa mañana y así era como lo hacía. Dejaba atrás todo y se llevaba consigo la duda, y ante el tormento la pregunta de si quizá no debería también acabar con su vida. El galope de un caballo lo sorprendió a lo lejos.

¿Quién vendría también por su camino? Quizá un mercenario, un viajero sin hogar como él era desde ese momento —si no desde que cortara el cuello de Nerón.

“Sin hogar…”

El actor francés Talma interpreta a Nerón en la obra
"Británico" de Racine, por Eugène Delacroix 

El hombre bajó del caballo y se acercó a él. Lo inmovilizó sin ningún problema y le hizo un profundo corte en la yugular.

Epafrodito sintió en ese momento como si se estuviera matando a sí mismo. El hombre aquél, incógnito, era idéntico a él y sus manos se parecían a las suyas. Lanzó un gemido y su voz le pareció familiar, mas no propia. La voz de Nerón se hacinaba en su interior desde que sus manos empujaran el puñal hacia su carne, y era ahora que se hacía notar. Sintió la presión y el discurrir de la sangre del emperador desde su propio cuerpo, y al mismo tiempo cómo el terror recorría sus arterias para finalmente ser liberado. Él no era Epafrodito en ese momento, él era Nerón, y estaba tan convencido de ello que, al terminar el corte y desvanecerse la ilusión, sintió que se ahogaba con una sangre que, por suya, detestaba tremendamente. Así no quería morir, pero ya era tarde.


 “Tal vez… tal vez nunca importó si lo maté o no. Nada hubiera cambiado”, pensó… por última vez.

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Eso ha sido todo. La vida de Nerón es un tema bastante discutible, porque hay muchos detalles, como que él toque la lira durante el incendio de Roma, que no han sido validados como ciertos. En el caso de que les interese un poco, les dejo el libro "Nerón", de Edward Champlin, que analiza un poco las fuentes de las que provienen los relatos que conocemos respecto a este emperador romano. Eso es todo. Gracias por leer ¡Adiós!

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