Inocuo inicio.

Todos comenzamos el día de alguna manera, algunos aunque nos paramos del lado derecho de la cama, somos extraños y nos paramos con el pie izquierdo primero... nos caemos porque tenemos el hedredón amarrado a nosotros todavía... porque pisamos un zapato situado en alguna posición molesta o con el sonido del celular/despertador/gallo que grita como desquiciado anunciando que el sol salió. Yo, personalmente, me paro porque el coco me hala de mies patas de gallina (sí, de gallina) todas las mañanas con ansias estúpidas.
Sin embargo, la vainilla es un enemigo feroz al que debemos combatir, por esta razón, les presento el siguiente relato que tiene nombre de canción de salsa o algo así:

"Viejos Rencores"

El tiempo estaba nublado, era de noche. La luna llena se asomaba de vez en cuando y las nubes eran su óbice para dejarse ver, para lucirse entre las estrellas. Su mano duda al apoyarse sobre la tierra de las trincheras, maltrechas. Mira a su compañero, más confuso que él, meditando qué ha pasado para llegar a su situación actual.

La brisa fría estremece sus espaldas, sus ropas mojadas. Tiritan, como titilan las estrellas. Se esconden de zancudos asesinos; de cazadores furtivos, de un enemigo que se ganaron a fuerza de experiencia. El perseguidor se siente aludido por cada trozo de luna llena que se deja notar. Se siente insultado, como si ella no le creyera capaz. Ignorando que ésta tiene asuntos más importantes, tales como podar el césped.

Sus movimientos son inseguros, buscan huir pero no saben para dónde. Se agachan, se escabullen por las trincheras, trincheras de otrora; de guerras sin razón que aparentemente dieron vida a una posterior alianza. Ellos, en contraposición, están en una guerra sin razón debido a una amistad inicua. Sienten el cansancio en sus espaldas, como un yunque, uno de ACME.

Entonces sienten el crujido de una rama y se creen descubiertos… El temor pasa por cada poro de su piel, liberando, o dando esa impresión, a sus vellos. Son ellos lo que se han descubierto, pues el rifle del sujeto aquél que cree saber que hace, está con seguro puesto y anda más perdido que ellos mismos. Es un juego de gato y ratón donde la línea entre estos es difusa. Donde Tommy se ve acorralado por Jerry, pero Jerry sabe que en cuanto a poder no tiene posibilidades (quizá sería pertinente decir que ambos son ciegos, y que, a la hora de descubrirse, el olfato de Tommy está en ventaja). Ríen en voz baja, pidiendo perdón a los santos de su devoción.

Al final reparan en ir para la izquierda, pues de Este y Oeste solo saben que el Norte está en el Sur. El cazador por intuición o más bien por cosa del azar va a la derecha. Se atraen mutuamente. Las relaciones de pareja siempre son recíprocas, tú das, ella da. Tú haces sufrir, ella te hace sufrir. Tú vas hacia la izquierda y ella hacia la derecha. Van al centro… Al centro del problema, donde el desenlace viene para ser deshilachado por cada uno de sus contendientes.

La luna da un poco de luz. Los sujetos en la trinchera divisan a las tres en punto a una persona acercándose a ellos, posiblemente con un rifle. Sus corazones paran, bombean sangre, temerosos de ser oídos, mas sus tambores no disminuyen la fuerza. La sangre se halla fría recorriendo sus cuerpos, estremeciéndolos con la certeza de que no se moverán, funcionando como un inhibidor.

Un paso en falso pone a prueba a uno de los perseguidos, suelta un gritito. Tommy agudiza los oídos y Jerry siente la amenaza. Echan a correr como si hubieran visto a Beelzebub. El perseguidor suelta el seguro y da un tiro hacia donde siente el ruido, roza el brazo derecho del más inseguro de los dos perseguidos. Éste cae al acto, a veinte metros de distancia… Tommy olfatea pero ya no está seguro de lo que sucedió. Está viejo, sus bigotes no son lo que eran antes, sus reflejos son un pasado distante que se burla de él.

“¿Qué ha pasado conmigo?” Se pregunta. Teme saber la respuesta y aunque en términos generales seguiría siendo el mismo viejo gato de siempre, suelta una lagrimita. En serio, ¿qué ha pasado con Tommy?

El herido y su compañero dudan de lo que deben hacer, ya no están seguros de si correr, esconderse o darse por muertos (si ACME fuera lo que era antes). El temor de la muerte ya no es una simple posibilidad remota. Ahora es el gigante Goliath hecho cíclope y ellos son poco más que un David tuerto. Ningún Ulises ingenioso que los sacara de este lío, ningún milagro de un Dios que mira hacia abajo como nosotros al mendigo con ropa haraposa y sucia que nos pide dinero, como a un adicto, un maldito, maldito adicto.

En aquel momento la rubia Febe se deja ver hermosa, entre las nubes oscuras que contrastan con su plateado. La noche se llena de vítores, lisonjas y gritos de pasión. Ilumina todo a su alrededor, deja ver todo lo que era un secreto del velo de la noche. Los amores que no deben ser, los actos de violencia sin razón, los desamores, al coco… y al hombre lobo por el que teme el niño al oír el aullido de un perro. Todo se desvanece ante Febe, la oxigenada rubia Febe, ningún Lobo es Lobo sin ella, ningún amor es amor sin ella. La miel en el seno de su amor invita a lo romántico, a lo que ahora conoceríamos como el más puro estado del amor.

Empero, esta vez es diferente. El miedo sobrecoge a todo aquel que se encuentre en el inhóspito campo de batalla; a todo aquel que teme por su vida, que teme porque su senectud lo deja atrás, a las puertas del inframundo, con cancerbero como portero. Y si no es el miedo el que los sobrecoge es la victoria recorriendo sus venas… ¡Tommy, ya no eres el mismo!

Se siente ganador, ganador, no se da cuenta de que todavía no ve nada… Nada. Siente que puede oler más, que su visión mejoró, que ahora si los tiene en su boca. Sabe que no cenará humano esta noche, pues sería caníbal, pero sí sabe que se jactará de esto con sus amigos, veteranos como él. Sabe que con esto se evita un problema; esto no es confrontación, él lo sabe. Si comete un pecado le da lo mismo, ya Dios no es el mismo viejo con miopía de antes, las cataratas le juegan una mala pasada.

Entonces suena un celular y los sentidos de Tommy se sienten más vivaces. El miedo ya no los sobrecoge (a los perseguidos), los llena por cada átomo que tienen. La rubia Febe sonríe, ¡qué espectáculo más hermoso! Los grillos callan pues conocen lo próximo que pasará, saben qué es exactamente. Cuál es el orden de lo que va a arribar, lo han visto muchas veces.

Tommy se guía por sus oídos, más útiles, según él, que su olfato y vista. El par de Jerry moriría de hipotermia si hiciera un poco más de frío, el terror los congela… el perseguidor herido se pregunta por qué trajo su celular consigo, el otro lo maldice por cien mil eternidades. Y Jorge se despierta de un extraño sueño, con el sudor recorriendo sus sienes, con un corazón palpitante y recordando que es Lunes y que su rutina comienza de nuevo. Revisa su celular, cinco llamadas perdidas de su ex-esposa.

¿Un poco de acción nunca viene mal, no? Jorge ríe al cabo de una hora, cuando recuerda el sueño.

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