1984, por George Orwell

Cuando pensaba en cómo reseñaría esta novela lo primero que vino a mi mente fue su complejidad. ¿Cómo reducir este universo tan distinto creado por Orwell en unos cuantos párrafos? Entonces me puse un reto: reducirlo a la mínima expresión, a la oración-tema de toda la trama. Y eso hice. En ese momento me di cuenta de que era posible, pero que siempre saldría perdiendo algo. Y luego “eso pasa en cualquier reseña, hombre, no puedes decirlo todo”. Así es, pues que “un hombre se hace rebelde en una sociedad hermética y totalitaria” deja tantos vacíos que te imaginas mil tramas en el mismo segundo en que te lo digan. Pero merecía una reseña, ahí vamos…

Año 1984 (hipotético). El mundo está dividido en tres grandes bloques: Oceanía, Asia Oriental y Eurasia, los cuales están en un continuo enfrentamiento desde hace ya varios años. Todas ellas sociedades completamente herméticas y absolutistas. Winston Smith, protagonista de la novela, vive en Londres, Oceanía, donde la figura del Gran Hermano es una de las grandes armas de control social del Partido (Ingsoc), y trabaja cotidianamente para éste en el Ministerio de la Verdad (Miniver), donde el pasado es continuamente cambiado a conveniencia del Gran Hermano.
El Gran Hermano tiene todo el poder, es casi un dios vigilante de cada movimiento tuyo, de tu ritmo cardíaco, de tu inseguridad, de tu mente. Las telepantallas, artefactos omnipresentes en todo lugar público y privado, le aseguran este tipo de poderes. Nadie más que él puede decidir nada. Todo lo que diga será verdad, incluso si contradice lo que ya sabíamos. Sin embargo, Winston ha decidido ser un hombre y pensar por sí mismo, esconder su comportamiento lo más que se pueda y experimentar la realidad en vez de esa sarta de invenciones que él mismo escribía en el Miniver. Esta actitud lo hará consciente de su entorno y se dará cuenta de que no es el único. Así, sin mucho quererlo, se convertirá cada vez más en un rebelde y acogerá cada vez con mayor convicción ideas revolucionarias, y tal vez románticas, por anhelar el pasado. Al mismo tiempo, cada vez estará más y más cerca de ser descubierto por la Policía del Pensamiento, al servicio del Gran Hermano, aquel sujeto al que nadie nunca ha visto en persona, pero que es obedecido sin lugar a hesitaciones.

La sociedad diseñada por Orwell para esta novela plantea  cuestiones interesantes: ¿en qué creemos realmente?, ¿qué tan manipulables podemos llegar a ser?, ¿de qué somos parte?, entre otras. 1984 es un universo en el que lo fortuito se puede volver una maldición disfrazada de placer, si no un placer oculto bajo maquillaje barato que clama a gritos una falsedad que, al parecer, nunca será aceptada. Solo nos queda la esperanza, como a Pandora.

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