Caín: El Segundo Fruto Prohibido 3ra Parte

Conflictos, teorías conspirativas y dinosaurios. ¡Todo eso y más! En... Ok, no.
Las verdades oscuras comienzan a salir a la luz. La tensión asciende, la cuerda está a punto de reventar.  Cae un elefante de la cuerda y luego el efecto dominó comienza, fichas del tamaño de elefantes comienzan a caer. El público se histeriza y el caos cunde mientras los payasos tiran cáscaras de banana y bolitas al piso.  O algo así.


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Caín: El Segundo Fruto Prohibido 3ra Parte

Observé oculto tras unos arbustos, la forma en la que la gente se horrorizaba. Sus expresiones daban miedo, algunos lloraban. Pedían a gritos que los ángeles vinieran a bendecirnos con su presencia, así el siniestro sino que nos cubría desaparecería. Las mujeres escondían a los más pequeños, inseguras de lo que sucedía como tal. Muy poca gente se atrevía a ver a la bestia. Salí y oí entre los comentarios de las personas, lo que decían haber visto.  

Un perro horrible, ¿dos cabezas? No. No tenía dos cabezas, pero bien pudo haberlas tenido… son puros huesos carbonizados, ¿qué se puede saber? ¿Es un peón de Satán? Seguramente…el primer demonio que veían… No. Las primeras pruebas de un demonio, se corregían e intercambiaban sus opiniones. Todos intentaban dar sus teorías sin parecer expertos. No querían que dudaran de ellos, que creyeran que eran ellos aliados del terrible Satán. Aquel que opone a los de alas argénteas. 


La gente me miraba… con sospecha. Se apartaban de mi camino. Preguntaban los más salidos: ¿esa fue la criatura que viste, eh, Ab?... yo asentía por momentos, pero estaba ido. Solo seguía moción tras moción, sin saber muy bien nada. ¿Qué creerían de mí? ¿Qué pasaría conmigo? 


Finalmente, llegué a donde estaban los huesos carbonizados que habían traído. Poco se podía concluir de esto. Lo que sugería era digno de una pesadilla. Sus zarpas ennegrecidas, su cráneo bestial, en pedazos, también ennegrecido. Los huesos de sus patas… no me quería imaginar lo que ellos creían, porque sin duda alguna era más terrible que la verdad. Si la verdad fuera expuesta en toda su envergadura, solo así ellos podrían comprender que la bestia era solo la mitad de fúnebre que la realidad.


“LOS ÁNGELES TE HAN BENDITO, ABSALOM, TE HAN PROTEGIDO DE SATÁN.” Dijo uno, pero otro le contrario. 


“¿Cómo podemos estar seguro de eso? Y si en cambio, es aliado de él y por eso… mira esas flamas… Flamas del infierno, solo flamas del infierno podrían haber rostizado así a un animal” 


“¡Absalom! ¡Dinos qué pasa aquí! ¿Qué pasó la noche anterior?”  preguntó Anah, en su cara se leía una preocupación profunda. Un pavor que no podía ser descrito con palabras. Quise besar sus labios, abrazarla. Ella era todo lo que me hubiera gustado tener de no ser que realidad fuera tan distante a la que habían pintado los ángeles. Si no fuera todo tan difuso… No podía mirarla a la cara y decirle lo que había pasado. Sentía mis piernas temblar y un vacío crecía en mi corazón; el no saber qué hacer. ¿Decirles y exponerles la verdad…? Jamás. Era increíble. 


Allí, atrás de la multitud, pude ver a la vieja. Sus ojos no pudieron ser más terroríficos. Sus sospechas ganaban nueva vida. 


Ante los murmullos de la multitud, de los gritos que se opacaban entre sí, no contesté nada. Miré la evidencia, absorto. No le presté mucha atención tampoco a cosa alguna. Rumiaba mentiras, verdades incompletas, discursos que eran solo un circunloquio. ¿Qué podía hacerles comprender?  La marca en mi palma izquierda ardió un poco y oí la voz… irreconocible, fantasmagórica. 
 

“¡Vamos Absalom! Diles lo que sucedió… Háblales de tu poder. Diles que los guiarás. Que la sombra que deja tu cuerpo al avanzar hacia la luz, es el camino que hay que seguir. Diles y enfatiza que hay que encontrar la verdadera Fe, el verdadero Amor, tras mirarse uno mismo profundamente en la oscuridad. Un espejo que te enseña todos los horrores. La verdad. No una fementida mentira que han contado los impostores diurnos. Absalom, ¿no quieres proteger a Anah?¿Acaso podrías haberlo hecho antes? ¿No quieres proteger a tus consanguíneos?” Miré allá en el cielo, su tono naranja y a un sol débil. Hallé a la luna asomándose y pensé en todo… Nada tenía sentido y la marca ardía, era un dolor molesto. Agudo. Agudísimo, de hecho. No encontraba explicación alguna a cómo lo soportaba.  

Lazos de color rojo salieron de mi palma y representaron un fuego. Hubo silencio. Se escuchó lo que decía la naturaleza y el fuego crecía lenta y dolorosamente en mi mano. Todos observaban anonadados. Fue esta la llama más hermosa que se pudo formar. Flameaba a veces en tonos rosáceos, proponía al lila y a veces parecía azul o blanca. Creció tanto, mucho más que la que consumió a la bestia. La de Lucifer palidecía ante esta… Su baile te sugería un cariño, una inocencia de alma, una magnificencia divina. El crepitar era uno elocuente y que recordaba a quien lo oía de la gentileza, el honor, la belleza de la vida. 
Yo sonreí y de esa corta sonrisa, nació una risa corta de incredulidad. Una doble faceta. Me sentía inconmensurablemente triste, pero ahí sonreía y reía de la manera más genuina posible. 


El fuego provocó un incendio de un silencioso crepitar. La llama se extendía de una manera preternatural, rodeaba, abrazaba a quienes estaban a en rededor. Creaba fuegos fatuos del puro aire. Iluminaba la caída de la noche y hablaba en cientos de voces. Cada una de ellas les infería un hermoso paraíso… 


Se oyó un grito. Un grito de pánico, el pánico había cubierto la cara de aquel hombre y era su expresión la de alguien que ha visto a la muerte y tiene total seguridad de que el final está respirando sobre su hombro. Oí lo que le había murmurado la llama, porque lo que decían eran mis pensamientos y las visiones que vislumbraban eran mías.  Un centenar de voces que se habían escurrido de mi mente a los fuegos y habían sido descritas de las formas más bellas. También mis temores,  repulsivos y odiosos, habían sido exagerados de tal forma que sugerían las más funestas visiones. Comprendí el temor de todos los que temían, porque era mi temor vaciado en ellos. Comprendí sus risas, sus alegrías, sus esperanzas, porque eran igualmente mías.


 Más temprano que tarde se escucharon más gritos,  entre ellos se escuchaban carcajadas y canciones de camaradería y solidaridad. 


Sentí un brazo intangible rodear mi hombro y oí su voz. 


“Buen trabajo.” Seductora. La voz de Lucifer había adquirido un cariz femenino. 


Fui hacia Anah, atravesando un festival de luces, gritos y risas. La encontré risueña, hermosa como nunca. Saltó hacia mí, me besó, ese fue el primero de nuestros besos, tierno, el siguiente  fue más apasionado, sexual.  Deduje que mis pensamientos habían sido introducidos en ella y había encontrado mi amor laudable, había sido seducida. Encontré en la concupiscencia del beso mi amor y lo compartimos. 


Fui asaltado luego por todos los horrores y placeres y risas de la multitud en un solo momento. Una implosión que hizo que mi mente se cansara, pero todos se veían igual de amodorrados. La algarabía calló. 


Jael, la antigua, la viejísima, estaba de pie. Se le notaba más vieja que nunca o tal vez éramos nosotros más jóvenes que nunca, rejuvenecidos muchos por el placer y la convivencia humana. Ella no lucía cansada como nosotros, lucía furiosa, juntaba sus manos muy fuerte y oraba a los ángeles. Recitaba sus nombres, los adornaba con palabras y describía sus logros.  Sus ojos ardiendo con rabia, su boca sin dientes apretándose tanto que tal vez sus encías sangraban por la presión….


“¡Tú no eres Absalom!” Gritó, histérica, al fin callando sus murmullos. “Lo vi. Vi al demonio a tu lado… ¡No tentarás nuestras almas! ¿No es así, mis hijos?”  Su voz fue al final maternal, enternecedora. Nadie intentó contestar su pregunta, había mucho cansancio entre la gente. Algunos dormían. Se podía decir que éramos solo nosotros dos, Anah se sostenía de mi brazo apenas consciente, parecía una niña invadida por un profundo sueño.


“Eso lo tiene que decidir la gente, Jael. Si creer tus torcidas palabras, tus engaños… o si han de acudir hacia lo verdadero, terrible y hermoso como es. ¡Los ángeles de la noche nos ofrecen la verdad! ¡Conocimiento para combatir las sombras y a criaturas como el perruno secuaz de Satán!” 


“¿Qué dirán los ángeles de esto, ah, Absalom? ¿Te lo has preguntado?” 


“¡Mentiras! Solo dirán mentiras, porque es lo que han hecho desde nuestra creación. Nunca nos han protegido, han dejado que nos estrellemos sin advertirnos del peligro real. Solo haciendo vagas sugerencias. ¿Qué podemos saber nosotros si ellos solo nos dicen lo que no debemos hacer? ¿Eso nos hace más sabios? No… nos deja con la curiosidad, lo más humano de nosotros. ¿Cómo aprendimos a curarnos con plantas, si no fue por curiosidad, por ensayo y error? Los ángeles diurnos no quieren guiarnos. Se divierten al vernos estrellarnos entre nosotros, en nuestra ceguera colectiva.” Mentí, me sentí atrapado en una encrucijada, en lo que quería decir realmente y lo que Lucifer quería que dijera. Seguí al hermoso ángel, por supuesto. ¿Qué es una mentira por el bien mayor? Hay tantas mentiras entre la verdad, entre nuestra historia. Algunas nos han protegido, otras nos han sumergido más. Confiaba en plenitud en Lucifer.


La vieja no contestó nada, estaba desconcertada. 


“Los ángeles diurnos no se atreverán a venir aquí. Le temen a la noche más que nosotros mismos.” Pero veía una mano brillar tímida en su hombro... Justo como ella había vislumbrado a Lucifer. 


Las gentes se levantaron, sin saber nada,  sin entender cosa alguna, se avivó una enemistad con energías renovadas. Discutían entre ellos sobre los ángeles, sobre lo ocurrido, sobre los nuevos ángeles. La gente se acostó con el miedo de una discusión mayor en sus corazones. Con la certeza de una división irremediable. Familias separadas en vid de la verdad.  Anah entre mis brazos, feliz. Yo los guiaría,  pensaba, yo los guiaría… 


***

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