CAÍN: La máscara de auqui - Cap. 2.1

Parece que pasó una vida... no, miento, no es tanto, unos meses tan solo y volví. Estoy escribiendo esto muy lento, porque hay muchas cosas que aún me cuesta definir, pero ahí vamos. Este capítulo 2 es un poquito (solo un poquito) más largo que los anteriores, así que viene en dos partes. Ahí va la primera...


.+.+.+.+.+.+.CAÍN: La máscara de auqui - Capítulo 2.1.+.+.+.+.+.+.

Recordaba bastante bien la casa cerca de la acequia. Les habían dicho que se trataba de la casa de un brujo y que no debían entrar. Cuando pasaba cerca con su amigo Antonio, éste comenzaba a hablarle sobre fantasmas que «chupan el espíritu». Pero a Damián siempre le llamó la atención, quería saber lo que se escondía detrás de esas historias, lo que en verdad sucedía allí por las noches. Quizá por eso le gustaba verla desde la ventana cuando empezaba a oscurecer. Apartada de todas las lucecitas encendidas en el pueblo, la casa del chamán desaparecía de a pocos, se perdía en el gris y parecía hundirse en un paisaje cada vez más negro, como si se tratara de un sueño o una ilusión colectiva.

Eventualmente terminó acercándose. Removió con esfuerzo las tablas de madera vieja que trancaban la puerta y entró. Como niño, esperaba un acontecimiento fantástico al cruzar el umbral, pero no sucedió nada. La capa de tierra sobre la mesa era más gruesa que una hoja de papel, quizá más que dos, sobre ella dibujó su nombre con el dedo mientras detenía la mirada en una pequeña repisa cubierta de cera blanca y de velitas casi completamente consumidas pegadas a su superficie. Habría sido el altar de algún santito cuya imagen también abandonó el pueblo. Decían que este chamán se fue de aquí hace muchos años y no se le volvió a ver jamás. Pensó que su alma retornaría, cuando hubiera muerto, a recoger sus pasos, y en que quizá los chamanes no tenían alma o la perdían en algún momento por la mano de algún diablillo.

Una de las historias sobre Mallqui contaba que su hijo no quería continuar con las artes del padre, porque sabía de su trato con los gentiles y había sentido venir la mala suerte. En el piso de la casa quedó un soldado de plomo, oculto tras una de las patas de la mesa. ¿Habrá sido de su hijo, de su nieto? Tenía un nieto, claro, que volvería al pueblo a encontrarse con los espíritus y devolverle la paz a la gente que sufrió tanto. En casa, Damián tenía algunos soldados como ese, pero de plástico, por lo que pensó que su nuevo juguete podría ser el capitán. Así que lo sacudió con los dedos y procedió a guardarlo en un bolsillo. Acababa de decidir que limpiaría la casa, o al menos la pequeña salita.

Terminar le tomó un par de días. Al final tenía sobre la mesa, aparte del soldadito de plomo, un cuaderno, una vela sin usar, un par de clavos doblados y un marco vacío. Colocó todo en el altarcito, menos el soldado, que regresó a su bolsillo, y el cuaderno, que quiso revisar por curiosidad. Contenía cuentas y nombres de personas del pueblo, con fechas y descripción de sus curaciones, aparecía incluso su padre con anotaciones sobre una fiebre muy alta. Damián se preguntaba si de verdad el chamán fue malvado. Quería creer que todas las historias eran un malentendido.

El día que vio al zorro blanco por primera vez, Antonio viajaba a Lima por las vacaciones de medio año. Damián, por su parte, estaba en la casa de Mallqui, su amigo lo llamó por la ventana y le dijo que le traería un recuerdo para inmediatamente después volver corriendo al pueblo casi casi en sincronía con la caída del sol. Entonces vio su figura en el otro cerro, la luz encendía su pelaje blanco y su mirada parecía dirigirse únicamente a él. Sintió como si estuviera en lo más alto de la puna y se encogió de hombros, temblando, sin dejar de verlo. Escuchó una risa burlona cerca de su oído y por un segundo me creyó incapaz de hablar. No había nada ahí atrás, y tampoco luego donde se encontraba el zorro blanco.

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Bueno, hasta aquí va la primera parte. Publicaré la segunda en una semana aproximadamente. Saludos :)

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