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lunes, 16 de julio de 2012

La Hégira

¡Por las barbas del profeta! Quién lo diría, hoy día es el inicio de un nuevo año según el calendario musulmán. Muhammad Mahoma y el primer grupo de musulmanes se trasladarían desde La Meca hasta Yatrib (actual Medina). No podía faltar una ficción para este día. Así que les dejo con la misma.

El Mediador

No pude tolerarlo más. Estas disputas,  entre los Aws y Khazraj terminarán destruyéndonos. Es por eso que he decidido viajar a La Meca. He oído muchas cosas buenas acerca de él. He escuchado acerca de su habilidad para mediar toda clase de asuntos.  He preparado una pequeña caravana, con 10 hombres, varios camellos y algunos regalos. También he escuchado sobre lo que habla y predica. El profeta.  No debe tenerla fácil.

Muhammad Mahoma

Gracias  a algunos informes que me llegaron recientemente, él no se encuentra en una situación favorable. Es muy difícil que rechace mi proposición. Y pese a todo, tengo mis dudas. Bueno, aún falta para llegar allá. Me preocuparé después.


He llegado a La Meca. Tengo un poco de experiencia como comerciante, y es por eso que conozco esta ciudad, no me es ajena.  En el viaje no hubo ninguna clase de problemas, ni salteadores.  Pero no estoy libre de los peligros. La situación no es muy favorable para Muhammad ¿Estarán al tanto de mis acciones?

Me he instalado en la casa de un viejo amigo. Es un hogar cómodo para mí y mis acompañantes. Mientras bebíamos agua, mi amigo y anfitrión me contó algunas cosas. Yo ya estaba enterado de la muerte del tío del “profeta” y de su querida esposa.  Era de esperarse que los ataques hacia Muhammad y sus seguidores cobraran fuerza. Pero hace dos días, un nuevo atentado contra su vida ocurrió. Y en esta ocasión su vida se vio ampliamente comprometida.

 - ¡Esto no puede seguir así! ¡Necesito hablar con él ahora! – sin darme cuenta, ya estaba de pie.
- Espera, ¿Estás seguro?  - Mi amigo se acercó y me golpeó levemente en el hombro -  Si ellos te ven…
- No te preocupes – le respondí -. Ellos quieren deshacerse de Muhammad. Yo lo necesito. Si me lo llevo a él y sus seguidores, no habrá más problemas.
- ¿Llevártelos? ¿A dónde?
- A donde más, a mi hogar. A Yatrib.
- Entonces… ¿Tú estás aquí por eso?
-  Ah, cierto – sonreí -. Disculpa por no haberte contado mis intenciones. Sé que yo soy bien recibido y no cuestionas absolutamente nada sobre mí. Disculpa por haberme aprovechado de tu hospitalidad.
- No, no hay problema. Tú me has recibido en tu hogar de la misma manera. Es lo mejor que puedo hacer por ti.

Luego de la conversación con mi amigo, llevé a todos mis hombres al lugar donde se encontraba escondido el famoso profeta. Las personas con las cuales nos cruzamos en el camino, nos miraban fieramente. En especial por que tanto yo como mis acompañantes nos encontrábamos armados.  Casi  a unos metros de una puerta, dos hombres muy altos, detuvieron nuestro avance. Uno de mis compañeros casi desenvaina su espada, pero lo detuve a tiempo. Hice una reverencia e indiqué el motivo de mi llegada. Me quité todas las armas.

Mis acompañantes se quedaron afuera. Estaba completamente solo. Era evidente que temieran, dado los acontecimientos. Sorpresivamente, Muhammad me estaba esperando. En habitación habían dos sillas, una frente a la otra y una cama atrás. El señaló el asiento vacío, indicando que me sentara. Luego de saludarlo e indicar mi nombre y procedencia, fui directo y le dije mis intenciones.

La Hégira 
-Oh, Abu l-Qasim Muhammad ibn ‘AbdAllāh al-Hashimi al-Qurashi, he escuchado de sus grandes proezas. He escuchado de lo que enseña. Y también he escuchado  sobre sus habilidades como mediador. Mi ciudad está pasando por dificultades.  Y también estoy al tanto de las suyas.
- No es necesario de que se preocupe. Allah no dejará sin castigo a quienes intenten asesinar a su profeta. Es Él quien me guiará y protegerá.
- Pero, con todo respeto a usted y su dios, ¡Usted está en peligro! ¡Casi lo matan! – bramé, inconcientemente. No me había percatado de aquel desliz tan terrible. Es probable que él…
- No te preocupes – el profeta sonrió amablemente. No le había perturbado mi exaltación. Menos mal.
-  Mi señor, le suplico que considere esta oferta que le estoy brindando. Quizás en mi ciudad, sus enseñanzas sean más fructíferas y…
Muhammad frunció el ceño. En ese momento pensé que era mal síntoma, pero ya luego me daría cuenta que en realidad lo estaba pensando. Me despedí y me retiré.

Han pasado varios meses. Muhammad me confirmó recientemente que aceptaba mi invitación. He enviado mensajeros para que alisten las cosas allá. No son pocos los que acompañarán al profeta en este viaje. Menos mal que no hubo ningún problema al respecto.  Calculo que en un par de días más y estaremos partiendo hacia Yatrib.

Hemos partido. Presiento que este día no es una fecha cualquiera. Presiento que es el inicio de una nueva era. ¿Cambiará para bien mi ciudad? ¿Qué destino le espera al profeta en Yatrib? No lo sé, aunque imagino que habrá un gran cambio.

jueves, 28 de junio de 2012

Nocaut Técnico (Muhammad Ali)

Un mes árido. Ha sido un mes difícil para Errror de Imprenta. ¡Pero volveremos! Porque nuestros reflejos sigue siendo igual de buenos y podemos contra el bloqueo escritoril.<----Eso suena demasiado motivacional. Mejor digamos que los días ya no son lo que eran antes, bah, demasiado emo. Hoy vengo con un pequeño homenaje a Muhammad Ali, sobre su última pelea, más que todo. Lean, tíos y tías.

                                                                                                                  De su  querido sobrino.

 NOCAUT TÉCNICO


“Esta no es la forma en la que debe acabar…”  Dijo el locutor de la última pelea de Ali, para intentar ganar un último título en los Pesos pesados, un cuarto título sin precedentes.
No era la manera correcta de acabar una casi impoluta carrera de un héroe que se convertía en leyenda. Ya no era lo mismo, Muhammad ya no era lo mismo. Todavía estaba su carisma, sus siempre presumidas declaraciones, pero al Ali que se veía, ese no era al que todos habían pagado para ver ganar su cuarto título. No era él.
Pop-art de Muhammad Ali
Un golpe tras otro se veía caer al grande, al héroe, pero él no caía, entre las cuerdas como estaba no caía, tenía que seguir. En contra de toda corriente de sentido común, en su mente brillaba aquel mérito, acaso imposible, que se había propuesto.
Se le veía pequeño en el ring, casi un novato, pero era todo lo contrario, era casi un anciano para lo que era el boxeo. Sus reflejos no podían durar para siempre, su juego de pies, preciso baile, no podía poseer para siempre esa agilidad. La de aquel gigante que peleaba de forma tan poco ortodoxa, que había dejado de lado una impenetrable defensa por la agilidad y su esquivo juego de pies, aquel que podía dominar por diez rounds y seguir luchando, porque esa era su táctica, estabas en su casa, siendo sedado, poco a poco, por sus golpes, hasta que tus pies ya no dieran más, ése era el estilo del Grande. Siempre controlando los tiempos de una pelea que podía parecer casi infinita.
Y, en contraparte, casi parecía ayer cuando, dominando a un Terrell que le había llamado Clay, le preguntaba, seguro de su victoria:
“¿Cuál es mi nombre, Tío Tom, eh? ¿Cuál es mi nombre?”
Una demostración de su poderío sobre el rin, descrito por algunos como “Una maravillosa demostración de habilidad en el boxeo y una barbárica exposición de crueldad.” ¿Qué mejor manera de describirlo? Cuando alargó el sufrimiento de aquel Terrell por 15 rondas, de las que su contrincante solo ganó 2.
Ahí está Clay, el que alguna vez fue un novato, contra las cuerdas. Escuchando su nombre vitoreado por cientos de personas, pero no puede seguir, contra las cuerdas, su inútil intento por seguir peleando es todo menos apreciable.
“¿Puedes seguir, Ali? ¿Puedes seguir?” Pregunta su entrenador, pero sabe cuál es la respuesta, y aunque su ojo izquierdo está todo lo cerrado que podría estar, y el derecho con esfuerzo logra ver algo, su voluntad no le puede dejar caer así.
“¿Puedes seguir, Ali?” Una pregunta casi sinsentido, por la personalidad de Ali, pero su entrenador se preocupa por él, por su orgullo, tal vez tan acabado como él.
Ali ya no es más que un saco de boxeo, a las manos de un Larry Holmes imparable, que, a esperas de que declaren ganador, sigue golpeando, porque hasta que no caiga el castillo, el peligro está inminente.
Y Ali, o quien fue Clay, todavía quiere pelear, incluso luego del décimo round, arrinconado muerto bajo su propia arma: El nocaut técnico.  
Fotografía de su última pelea
Muhammad no podía durar para siempre, su entrenador lo sabía, y lo sabía mejor que él. En su estado, no podía dejarlo pelear, al que estaba siendo apoyado con todas las de perder; al que cayó en su último intento de ganar el campeonato como no debe caer jamás un héroe. Porque una leyenda no debería caer así, de forma tan avasalladora, no debería ser aplastada y empujada contra las cuerdas. Un héroe tendría que irse entre vítores.