Ariana: Capítulo 4

Hello! Hello! Lamento coincidir con la antojada publicación de Anónimo conocido, pero no podía evitarlo: era ahora o nunca. Si no lo hacía, el mundo sería destruido y.... Bueno,  hablaremos de eso en otra ocasión. Lo que ahora me compete es saludarlos: Hello! Hello! Bien, creo que repetí el mismo saludo ridículo del inicio... Lo siento...
Por cierto, ¿qué les pareció el capítulo tercero de Ariana? ¿Empiezan a creer que estoy loco, que me drogo o algo por el estilo? Si es así, mi respuesta es "...". Sí, puntos suspensivos, para que vean el grado de mi indignación... [u.u]. Pero como quiero reforzar esa idea loca en ustedes, publico aquí el Capítulo cuarto, para que sean testigos de mi estado delirante...

.+.+.+.+.+.+. Ariana. Capítulo cuarto.+.+.+.+.+.+.+.


El rostro la miró fijamente, Ariana lo miró fijamente. Ambos se miraron fijamente. Entonces, aquél pareció intentar acomodarse. Pronto fue obvia su intención, ya que su cuello se hizo visible, y luego su esternón, y sus brazos… Finalmente utilizó estos últimos para impulsar su salida. Obtuvo sus piernas y logró despegarse de la escultura.
Ariana parecía sorprendida —solo lo parecía, pues ya había pasado el tiempo de la sorpresa. Ahora estaba más bien anonadada, es decir, en un estado de sorpresa extendido—. El hombre-escultura se desplazó por entre los pequeños obstáculos de piedra caliza que tenía en la parte inferior —parecía un peñasco, aquello—, llegó al agua… y cuando hizo contacto con ésta, su apariencia rocosa desapareció: parecía un hombre de verdad. Era un hombre de verdad, un humano y no una escultura, según la percepción de Ariana. El hombre se le acercó.
Ella sabía quién era, como ya se dijo antes, pero se preguntaba qué hacía esa persona allí: no era un patriota, o un mártir, o un héroe, o un ilustre. No era un hombre celebérrimo con todas las letras de esa palabra; sin embargo, había salido de esa escultura. Cualquiera que reconociera a aquel hombre y lo viera en esa pileta se creería loco, especialmente porque no se le otorgan méritos de héroe a un hombre por ser el dueño de una casa de juguetes.
Aquél ya estaba muy cerca de ella. Ella no se movía, solo lo observaba, como si fuera un espectáculo, como si ese hombre fuera la estrella principal del acto. Se agachó y le compartió una sonrisa.
”Juguetes Fantasía, hacen divertida tu vida… —empezó a cantar—. Juguetes Fantasía, mucho color y alegría… Juguetes Fantasía, hacen tu mundo especial… Juguetes Fantasía… ¿qué esperas para jugar?”
Ariana sonrió. Había tenido razón, aquél hombre era quien ella creyó desde un principio: no era un héroe de la nación ni un mártir ni un ilustre, pero era el que había alimentado sus ilusiones de niña. La canción de ese hombre y la magia de sus juguetes, de los cuales solo pudo obtener un par a pesar de sus grandes deseos y de haber sido una buena niña, siempre la habían animado cuando se sentía triste en algún momento. Buscaba entre todos una hermosa muñeca de trapo —de un gran valor artesanal—, que era su favorita, además de la primera de sus dos juguetes de la fábrica Fantasía, y recordaba esa canción, porque no sería una buena niña si ignoraba a su linda muñeca, y menos aún si olvidaba que el solo tenerla era algo especial, y no tanto porque fuera parte de la colección de Fantasía, sino porque era un regalo de su madre. Eso la hacía sentir bien, y mucho.
El hombre era un anciano y, según sabía Ariana, se había dedicado toda su vida a la producción artesanal de juguetes, aunque con el tiempo también acopló lo industrial a su trabajo —esto precisamente porque el comercio empezó a decaer—, pero siempre le dio más importancia a lo primero. Tenía la coronilla calva y un gran bigote blanco. Vestía un pantalón negro, una camisa blanca color beige y un pequeño chaleco de cuero. Y, por supuesto, llevaba anteojos… aunque acababa de ponérselos. Sí, al parecer su acercamiento se había debido a su falta de vista —tal vez era algo terco con eso y se quitaba los anteojos por momentos, aparentando ser un héroe—, pero luego necesitó utilizarlos —era inevitable—. Los sacó del bolsillo de su camisa y se los colocó.
—Ah… tú eres la niña de la muñeca de trapo —dijo sorprendido y algo emocionado. Tal vez porque ahora veía mejor, tal vez porque ella era una antigua cliente— ¿Cómo está ella? ¿Aún la tienes? —Ariana solo asintió con la cabeza— Mmmm… —pareció pensativo. Se cogió la barbilla con una mano como si tramara algo— Ya veo —dijo de repente— ¿Por qué no me acompañas a dar un paseo? —sonrió.
Ariana estaba menos sorprendida ahora. Más bien parecía intrigada… Sí, intrigada, y tanto que el anciano pudo notarlo rápidamente.
— ¿Prefieres permanecer aquí? —no dejó de ser afable—, entonces veremos todo desde aquí, ¿qué dices? Es buena idea, ¿no? —echó una leve carcajada— Al parecer no estoy tan viejo.
Se sentó a su lado y luego de unos segundos de silencio íntegro le hizo una pregunta que en ese momento a ella le pareció algo extraña.
— ¿Lista? —dijo. Pero ¿qué es más extraño que ver salir al dueño de una juguetería de una escultura a los patriotas? Ella pensó que ya nada la sorprendería, pero se equivocó. De pronto empezó a soplar un viento fuerte, tan fuerte que se fue llevando el mundo que tenía alrededor y trajo uno nuevo, algo que para ella también era conocido.
>> Ya con su padre, empezó a olvidar el huevo de dodo. Pero esto fue evitado por aquella ave. Sí, aunque parezca descabellado, un dodo pequeño se le apareció en una vitrina cercana.

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Fiuuuuuuuuuu! Qué extraño este tipo... ya me asustó lo que escribe... [ xD] Los espero en el 5to. Adiós!

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