Huida de/a Berlín

La muerte de Peter Fechter (Contemporary Art Society)
El sudor, la tentación, el miedo y las ganas de pertenecer a un lugar en el que no te encuentras, todo eso se junta en mi cabeza, mi mente. Solo un movimiento rápido, solo una vacilación, solo un momento y solo la soledad para ir en busca de compañía. Solo una valla de distancia, solo un mundo por dejar, solo…

Nací … Antes de huir de la RDA solo pienso hacia dónde voy, pensar de dónde vengo y lo que dejo aquí solo hará que gire la cabeza cuando no sea necesario. Tengo miedo, Helmut también - se nota – pero no nos lo decimos. Solo oímos como los pasos suenan, cerca o tal vez lejos. La adrenalina juega con nuestros sentidos, siento como la respiración de mi amigo aumenta. La fábrica ya no quiere producir y nosotros queremos estar en el otro Berlín.

«Peter, ¿hacia dónde te dirigirás cuando lleguemos al otro lado?» «Todavía no lo he pensado, en mi cabeza solo tengo “Esconderme en el taller de carpintería, que se vayan los guardias, saltar al corredor entre los muros y correr, subir por el pequeño rápidamente y caer hacia el otro lado, luego seguir corriendo hasta ya no sentirme perseguido”, eso es lo único en lo que he pensado, desde mucho.» « ¿Lo lograremos?» «No es momento para preguntar…»

¡Camsh! ¡Camsh!

Nos callamos al oír aquellos pasos sobre la tierra mojada, aquella noche sonaba a angustia, a quietud taciturna, a … a… Sentía como las botas de los soldados se hundían en el barro y salían de él enojadas. El cielo era oscuro, el muro era demasiado sólido y nuestras voces silenciaban nuestros latidos, si eran muy fuertes alertarían a los vidrios de las ventanas del taller en el que estábamos. Afuera seguía el “Camsh, camsh”

«¡Scheiße! Meine Stiefel schmutzig Schlamm.» « Mund halten, wie es, wenn es regnet»

Esa noche no llovió, alguién dejó un grifo abierto y el agua solo corrió. Los pasos se fueron, los hombres sobre ellos los acompañaron. Se oyó al viento cochar contra el muro, nos llamaba. Salimos del escondite y comenzamos con nuestro movimiento.

¡Jamp, spum! ¡Jamp, spum!

Caímos sobre el canal[i], rodamos cuando llegamos a él para no hacernos daño. Caer bien siempre fue parte del trabajo y la vida misma, un deporte, una forma de vivir. Nos dirigimos rápidamente hacia el muro cercano de libertad.

La agitación, la respiración acelerada, el silencio ensordecedor de nuestras pisadas sobre el concreto y la luna sobre el cielo, allá lejos, mirándonos, mirando a dos hombre moverse de oriente a occidente mientras tras sus espaldas muchos duermen amargos y pocos ríen sinceros, mientras frente a ellos muchos duermen amargos y ríen porque la sonrisa se los permite. La luna observa un mundo que pocos entienden.

A pocos metros del muro una sonrisa se escapa por mi rostro, supongo que por el de Helmut también. Las sonrisas en zona de guerra son peligrosas, alertan al enemigo.

¡Prriiittt Prriiittt...!

Suenan silbatos a lo lejos, gritos también. «Hoch! Hoch es!» Suenan nuestros apresurados ritmos cardiacos y ... nos topamos fuertemente con el muro, ese fue un encuentro salvaje.

Uno, dos, tres. Saltamos, forcejamos hacia arriba, trepamos, vimos Berlín del este y “shut, shut, shut“: tres disparos secos oí. En ese momento descubrí que el sonido es más rápido que el dolor. Ya del otro lado sentí mi cintura adolorida, la vi enrojecida y el dolor dominaba lo que pensaba. Era gris, gris lo que veía, y rojas mis prendas manchadas. Helmut corría y yo miraba y lo seguía haciendo mientras todo el mundo federado hacía lo mismo conmigo, pese a que mis palabras eran directas. « HILF MIR, ICH WILL LEBEN»

Y... entonces... sobre el suelo... con mis sueños en la cabeza... mientras oía a mi amigo, Helmut Kulbeik correr y llorar en algún lugar que ya no veía... mientras todos miraban con miedo cobarde e impotencia injustificada, ahí... sobre el suelo, nuevamente y con un charco de sangre enorme, quedé yo, Peter Fechter, la primera víctima mortal de la opresión de un muro que separó una ciudad naturalmente ajena a divisiones políticas, un muro que caería 28 años después de su construcción, un 9 de noviembre de 1989, 27 años después de haberme muerto.


[i] Nota del editor: Lugar ahora conocido como El canal de la muerte.

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