Accidente de Trípoli

Buenos días, damas, caballeros, amixers, fresas, peces en una pecera y gatos en una gatera. 
Les traigo hoy una ficción meramente basada en el accidente de Trípoli(Libia), ocurrida hace 3 años un día como hoy en la que tan solo sobrevivió un pequeño niño de nueve años. 
Espero la disfruten.

Nota: Personajes y situaciones son ficción.

 Accidente de Trípoli

Hay un silencio intenso. Las paredes blancas parecen señalar a un paraíso pero mucho se distancia de eso. El zapateo de un hombre en la sala de esperas mantiene un ritmo estable. Podría ser músico.
Ruben van Assouw sintió como si lentamente se desprendiera de la realidad. Se sintió en paz luego de dos mes de sufrimiento. Se sintió como si se evanesciera. Ligero y transparente.
Abbe van Assouw sintió una presión en su corazón, sintió demasiada tensión. Sintió tanta como si algo increíble y doloroso se sobrepusiera sobre él. Recordó por un momento cuando su padre le daba una enciclopedia de dinosaurios cuando era pequeño. Amaba los dinosaurios. Recordó también cómo le había dicho hace 2 meses al visitarlo “Estás tan viejo como un dinosaurio”, después de abrazarlo. Recordó su sonrisa y su respuesta cálida. Casi parecía un sueño y asoció su situación actual a una pesadilla de la que ya quiere salir.


Ruben dirigió su mirada, lastimera, a la muchacha que lo cuidaba, la forma en la que lo veía era delatora. Sonrió. La enfermera salió rápidamente y oyó como llamaba a su hijo.  Abbe entró corriendo, conteniendo las lágrimas. Lo vio a través de su cara.
“Viejo...”  Le oyó decir, con su voz quebrada, mientras agarraba su mano, él la apretó, queriendo mantenerla así por siempre. Recordó a su otro hijo, está fuera de Holanda. Sonrió.
Vio a su nietos felices en medio un avión. Se sintió orgulloso. Su vida tuvo un impacto en la Tierra. Agarró la mano de Ruben en su evanescencia.  Su hijo, David, le puso su nombre en homenaje a él. Es ciertamente su nieto favorito, pues le recuerda a su infancia.
Abbe recibió entre sollozos la llamada de su hermana.
“Malas noticias.”  Le dijo.
“Pero ninguna noticia podría ser peor que la muerte de nuestro padre.”  Contestó a Elisabeth.
“La familia de nuestro hermano parece haberse estrellado en Trípoli...” Su voz era un susurro.
   Ambos sintieron como si el mundo fuera un lugar cruel, obviaron todo lo bueno que les ha pasado y sintieron como los recuerdos los apuñalaban.  Ambos durmieron esa noche cómo la última en la que dormirían.

   Hamza, cirujano, escribe esto en su diario luego de la operación de un niño holandés, único sobreviviente de un accidente aéreo.
   “El sonido del helicóptero me tomó por sorpresa. Habiendo sido previamente informado sobre una operación de alto riesgo a un infante de alrededor de 9 años no pude evitar sentirme nervioso. No solo acarreaba esta operación la vida de un niño, también traía consigo relaciones diplomáticas con otros países, también traía consigo el ojo de miles de personas. ‘Único superviviente de un accidente aéreo’ era algo que los medios harían conocido muy fácilmente. Ahí estaba mi orgullo cirujano, en la cuerda floja.
   La impaciencia luchaba furiosamente contra la calma que debía mantener. Las paredes blancas de la clínica, el ambiente esterilizado. Te sientes repentinamente como si lo que hicieras tuviera un poder mucho más allá de lo humano. Tienes la posibilidad de que un pequeño infante, dos piernas fracturadas, con contusiones de poco riesgo en el cuerpo, inconsciente, pueda caminar de nuevo. De que su vida no quede arruinada por completo. Los paramédicos me contaron luego de salir de la cirugía cómo el niño parecía morir por un instante, cómo pareció que su vida se iba justo enfrente de ellos, impotentes, y luego, cómo por obra de magia, (¿Un milagro?) el chico volvía a la vida y sonreía, mientras apretaba fuertemente la mano de uno de los paramédicos. Oír estas historias es siempre emocionante, a pesar del gran grado de subjetividad que tienen. La tensión en momentos de urgencia juega un papel importantísimo en cómo ves las cosas.
   Finalmente, pudimos ver como el infante recobraba su conciencia, por breves momentos, y contestaba a un oficial su lugar de origen(más bien lo confirmaba, ya que lo sospechaban las autoridades).
   ‘Holanda.’ Dijo con una voz tan suave que dudé de lo que había escuchado por un momento. Las autoridades me dijeron que ya habían llamado a un familiar, que mantuviera con vida al niño.
Sin embargo, Ruben(me costó recordar su nombre) no corría ningún peligro. Tiene la suerte de un Dios.”

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