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viernes, 21 de marzo de 2014

El sueño de Albertito Einstein

Fiel a mi estilo patentado legalmente, publico una ficción que pertenece al día de ayer, 20 de marzo.

Espero que todos tengan una noción general sobre la Teoría de la relatividad general (valga la redundancia), si no es así, no importa, aquí les brindo un link para que los dummies en la materia podamos entender: https://www.youtube.com/watch?v=RzXV2oBgfJE

Para aclarar, Einstein ya trabajaba en la Universidad de Berna, Suiza cuando publicó su teoría de la relatividad especial (1915), es decir, ya había dejado de laborar en la oficina de patentes. Lo cual no implica que en su cabeza no haya estado dando vueltas aquellas hipótesis desde aquel tiempo. De todas formas, esta es una simple y humilde ficción para entretenerlos.

El sueño de Albertito Einstein

Había terminado al fin de revisar aquellas dos temibles torres de archivos. Nada le entusiasmaba más en ese momento que irse de una vez a casa a darse un baño y quedarse media hora en la tina de la bañera meditando sobre los asuntos más alejados de esta vida terrenal tan llena de papeles, cuentas, problemas de familia y seguros de vida. Esperó tranquilamente aquellos 50 minutos que faltaban para la hora de salida, mirando por la ventana de la oficina hacia el inmenso parque que se encontraba en frente.

“No es necesario que vengas temprano mañana, Albert. Hoy hemos terminado buena parte de este mes.”

La noticia le agrado a medias, lo que más deseaba en ese momento era la paz del agua. Le sonrío al supervisor, cogió su saco, bajó las escaleras, cruzó el parque, cruzó las tres avenidas de siempre, saludo a las personas de siempre, entró a casa, se despojó de sus prendas y se recostó en la tina de la bañera.


Un sueño revoloteaba en sus retinas antes de decidirse por fin a abrir los ojos de una buena vez. Se había quedado dormido y sabía perfectamente de la naturaleza arrugada que había tomado su cuerpo y la naturaleza enferma que podían haber tomado sus pulmones. No se preocupó. Ni siquiera le importaba haber olvidado recoger a Elva y al pequeño Hans de la casa de su suegra y que ésta ahora estuviera maldiciéndolo el triple que de costumbre, por ser tan mal padre, tan mal marido, que pobres mis nietos. Un momento, había un sueño. Tenía que recuperarlo por completo, eso sí era de vida o muerte. Se empezó a vestir, el sueño. Se colocó los zapatos, el sueño. Buscó un cuaderno y un lápiz, el sueño. Todas las variables y las fórmulas las recordaba perfectamente, eran las de siempre. Lo que faltaba era ese rostro y el objeto que le había lanzado aquella personita, porque pequeña era. Se la había lanzado alegremente, podía recordar, pero había sido con tal fuerza que aquel objeto salió disparado al espacio exterior.

“!La bendita gravedad!” gritó Albert, repitiendo lo que acababa de recordar haberle gritado al niño de peluca blanca de su sueño. Y por cierto que en el sueño él también era un niño. Y el objeto era obviamente una manzana, y si no la había podido coger era porque sencillamente en la realidad no quería hacerlo. Las hipótesis que estaban dando vuelta en su cabeza aquellos últimos meses desfasaban la afirmación de que era la llamada fuerza de la gravedad lo que únicamente atraía a los cuerpos al centro de la tierra. Ahora parecía que todo lo veía más claro. 


Se dio cuenta de que las ondas del agua en la bañera habían sido el inicio del sueño. Porque aquellas ondas se asemejaban a las ondas de sus hipótesis sobre el campo gravitatorio y el espacio-tiempo en el universo. No le sorprendía ahora por qué había deseado tanto ir a darse aquel baño. Es que ese sueño estaba ahí esperándolo, además del curioso Albertito que siempre tenía que recordarle que nunca había dejado de pensar como un niño.

miércoles, 3 de agosto de 2011

El General en su Laberinto

Un hombre sentado en una hamaca, con espuelas en el tacón de sus botas, meditando quién sabe qué. Esa fue la portada que miré en mi búsqueda de libros para leer en mi casa. Luego leí el nombre “El General en su Laberinto”… Sé que suena estúpido y que está mal juzgar a un libro por su portada, pero parecía un buen libro y no me equivoqué. Luego pasé a revisar el autor del libro, pues es una especie de ritual para mí saber algo del escritor a quién leo y, parar ser sincero, no tuve necesidad de buscar, no era otro que Gabriel García Márquez, escritor al que me había renegado a leer por simple capricho y porque leí parte de su libro Crónica de una Muerte Anunciada, hace dos años aproximadamente, no me gustó; tal vez sea hora de que me enfrente a él de nuevo.

(Sí, no había nadie en la portada, por alguna razón creí que había alguien cuando la vi. Fui trolleado)
Hay varias cosas que deberían saber de este libro, si es que están interesados. Una de esas cosas es que es una novela histórica, una novela que relata los últimos meses de vida de El Libertador (Simón Bolívar), y que, por esto, si conoces su historia, quizá puedas predecir el final, el cual es obvio una vez Gabriel te mete en el mundo de lleno, más propiamente dicho, en la época. Sin embargo, ante los posibles fastidios que te pueda causar esto, por una u otra razón, siendo un hecho que el nombrecito “histórico” puede causar ceguera para algunos, no te encontrarás con un libro de historia, tampoco aprenderás lecciones de historia que nunca quisiste aprender. Una de las razones es que el mismo escritor, al menos en la edición que yo tenía, al final del libro aclara que pese a que tuvo que informarse MUY bien para poder escribir la novela, los últimos momentos de El Libertador son los que tienen menos registros, por lo que, no se preocupen, podrán leerlo tan justamente como se lo merece.
Yo, personalmente, al leer el libro, me tardé un poco en darme cuenta de que era una novela histórica… Las pistas se fueron poniendo ante mí y luego pude asimilar de quién se trataba, algo que me permitió conocerlo mejor, pero si lo odias e incluso si no te interesa, lo puedes pasar por alto. De hecho, me gustaría recomendarles que hagan de cuenta de que el personaje es ficticio, será más bonito así y si no conoces a Simón Bolívar, preocúpate por conocerlo después, really. Está demás decir que a lo largo de la novela Gabriel nunca lo llama por su nombre, además de una vez. En casi todo el texto es llamado o “el general” o “el libertador”.
Sobre aspectos más bonitos, tales como la narración, solo tengo que decirles que es espléndida. En serio, es sublime, pocos libros me han echado semejante encanto. Solo hay una cosa que decir: ¡Qué grande es Gabriel! Lo subestimé, lo admito, pero ya quisiera ser yo la mitad de escritor de lo que es él algún día, ya quisiera.
El libro tiene unos capítulos realmente largos, de 25-35 páginas cada uno, sumando un total de ocho capítulos, creo (en mi edición no salía el número de capítulos).
La obra en general, es, como dije, estupenda. Primero atisbándonos un poco a un General retirado, al que la vida le ha dado un duro golpe con cada año que pasa. Se le podría llamar fácilmente un viejo decrépito, pero su orgullo le hace seguir adelante, junto a su edecán más fiel pero sin perder la dignidad. Muestra también una época muy diferente a esta, como es comprensible. Te enseña lo poco que valía la gloria o lo que habías hecho en esa época (y aun ahora es así), pocos son los que lo reconocen, algo que al protagonista le golpea el alma pero no le es un óbice en su camino, en el camino de este pobre General que solo quiere salir del país. Una novela bastante triste, que hizo que me enterneciera, en algunas ocasiones, por aquel personaje.