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domingo, 2 de marzo de 2014

Emperador rojo, parte 2

Hoy, amigos, amiguitos y pequeñines de los agujeros hobbit, son los Oscar y me enteré hace un minuto. Ódienme, porque me importa un bledo, más importante es que hoy publico la hermosa segunda parte de este relato ficcionario histórico mítico, así que, disfruten, camaradas del Imperio.


"Emperador Rojo"


Cuando hablé por primera vez con su padre, un hombre todavía joven, me di cuenta de que había en él algo de envidia hacia su hijo.

“Es un holgazán. Un holgazán con una boca muy grande, pero es mi hijo y sé que es un líder natural”, me lo dijo sin rodeos. Apenas había llegado yo a comprender la estupidez de los campesinos, humillado una y otra vez por la envidia voraz de Liu Bang, este hombre deshonraba mi presencia con su palabrería.

“Te contaré una historia que tal vez te ayude a comprender el éxito y la suerte de mi hijo.  Cuando había vivido suficientes inviernos como para tener cierto grado de consciencia, tuve mi primer hijo. Un hombre de campo, respetuoso, que reconoce su lugar. Era todo lo que yo fui en mi infancia, trabajaba duro y hacía lo que tenía que hacer, tomando en cuenta la posición que le correspondía, no ser recordado por su vagabundería ni por su larga lengua, no hacer falsas promesas ni apostar a negocios poco confiables. Un sujeto mesurado, más inteligente que su viejo, estaba orgulloso de él y tan solo tenía nueve años. Ese mismo año, cuando sospechábamos que nuestro segundo hijo nacería, nos sentimos felices, queríamos que fuera una niña que hiciera orgullosa a su madre. Admito que fue un deseo egoísta, tener a dos hijos que rememoraran a sus padres, pero el destino quizá fue más egoísta. Era una época lluviosa y mi esposa había ido a Pei a comprar lo básico, el trabajo del campo se iba a la borda por las constantes lluvias. Ese día, sin embargo, todo estaba oscuro como la noche misma, una noche sin luna, un segundo techo de puras nubes negras. Caían truenos que parecían lanzas y que iluminaba y encandilaban nuestros ojos. Corrí como un desgraciado, resbalándome en el pantano,  sin poder ver a más de cinco metros de mis narices. Algo me dijo, fue un canto o la forma en la que murmuraban las grandes gotas que caían del cielo, que mi esposa estaba debajo de un puente, asustada, mejor dicho, aterrorizada, buscando refugio. Tenía miedo, porque un trueno había matado a una de sus hermanas hacía un mes. Yo tenía miedo, porque no quería perder a la madre de nuestros hijos y tal vez porque soy un campesino que ha olvidado cuál es su lugar.

“Cuando la vi, a veinte metros de mí,  bajo del puente,  con una cara llena de serenidad, cada centímetro de su sonrisa era cándida. Vi un aura roja o sentí un calor  que no tenía sentido alguno o sentí el aliento de un dragón y vi a uno, rodeando a mi esposa. Socorría cada uno de sus cabellos negros y vi a través de sus ojos sabios que mi esposa había muerto con un niño que crecería bajo el nombre de Liu Bang en su vientre, un niño que tenía en él la esencia del Emperador Rojo, lo que sea que fuera eso. Pero ante mi visión, ante mis ojos, a un brazo de mí, ahora, estaba mi esposa, sana y salva, y el dragón dijo algo que no entendí junto a su oreja, se oyó un tronar y todo se llenó de blanco, mi esposa vino hacia mí, me abrazó y yo la abracé a ella, conocedor de su falsa muerte. Esperamos una hora, hasta que la lluvia menguó. Por eso, Xiang Yu, fui permisivo con mi hijo que creció siendo un holgazán, un holgazán astuto y un mentiroso, un estratega con suerte que tal vez es la mejor de las virtudes.”

Lo que vi en sus pupilas tan negras como la noche, fue un resplandor rojizo. Vi rabia y un poco de sabiduría.

“Los mitos de los paisanos son sin duda sorprendentes, una bola, una maraña de mentiras. Te haré hervir vivo, así tu hijo comprenderá por qué fui yo el que se quedó con Guanzhong, porque yo fui el que dividió las tierras, ¡e incluso fui tan generoso de otorgarle su debido premio!, cuando lo ideal habría sido matarlo. No fue sino por un compatriota, engañado por las mentiras de Liu Bang que le perdoné la vida. Y él, él me paga con esto. Porque sabe que era el merecedor de Guanzhong. Al final , lo que dijo el Rey Huai II no fue más que una promesa fuera de lugar, razón por la que lo exilié.”

La respuesta de Liu Bang llegó rápido. No podía matar a su padre, porque éramos hermanos de juramento y entonces cometería parricidio. Liu no conocía límites para su insurrección. Por el honor, por la desgracia ante su caída y su valentía al atacarme. Honraría el juramento, pero tendría él que prometerme un armisticio.

¿Uno no puede matar simplemente a un hermano, no es así?

***

Xian Yu se encontraba en la boca de un Dragón. Atacado por los flancos por antiguos compañeros ante la rebelión de Qin, escaso de recursos por el manejo enemigo de las rutas. Había algo de falso en la idea de Xian Yu de ganar con este armisticio, en su mente le concedía el favor a Liu Bang en una situación adversa, en realidad y él lo sabía, sus tropas poseían una moral baja, por la falta de alimentos, estaban diezmadas en comparación con el inicio de la guerra.



Xian Yu, reconocido luchador y estratega, comprendía que el armisticio era un paso para un ataque próximo y reconocía ese mismo punto de soporte como el punto en el cual Liu Bang se pararía para tomar las riendas de una nueva acometida. Había algo que Xian Yu ignoraba y eso era la determinación de un Dragón ante la batalla, lo engañoso de la serpiente, escondiéndose por un segundo para atacar al otro. En su retirada, fue emboscado incontables veces, haciendo que sus tropas cayeran más al fondo de la moral, ya no hablaban de ganar ni de destruir o cortar la cabeza de Liu Bang y sus asquerosos aliados. Hablaban de lo próximo de la muerte, de las mariposas que se posaban ante cualquiera de ellos antes de morir.

Eso lo hizo tomar una resolución, acabar rápida y cruelmente con Liu Bang, quien había irrespetado el armisticio, al poco tiempo se dio cuenta de lo equivocado que estaba en cuanto a lo que consideraba el potencial de sus tropas, no sería un exterminio de su parte, sería una victoria pírrica, en la que acabaría prisionero de sus aliados.

La retirada era la opción a tomar y las emboscadas siguieron disminuyendo el número de sus tropas. Tuvo una visión clara del Cañón de Gaixia, oyó viejas canciones sobre los hermosos valles y la hermandad que tenían las personas en su país. Se imaginó a su esposa, que había decidido acompañarlo, teniendo a uno de sus hijos. Xian Yu tuvo la certeza de que debían evitar Gaixia, porque ese sería su final. Besó los labios Yu Ji, prometió con ese beso que llegarían a sus tierras sanos y salvos, con ansias de venganza.

Sin embargo, en medio de las emboscadas intermitentes, un día secuestraron a su esposa y no fue sino el Hado el que le dijo que ella se encontraba en Gaixia, secuestrada por las tropas aliadas de Liu Bang.

Su decisión fue simple e implacable, volver a su país sin Yu Ji era caer derrotado. Mandó a sus tropas principales a la capital mientras él con unos miles de soldados rescataban a su esposa, con la esperanza de poder salir a tiempo de la emboscada final.

***                                                                                                

Admito que mi sueño fue engañoso porque la vi por un instante feliz en medio de esta sucia guerra y eso me hacía feliz. No noté, sin embargo, el semblante triste de mis tropas y la tierra mojada por las lágrimas de Yu Ji. Ahora mis tropas estaban reducidas a centenas, menos de mil hombres. Las canciones de nuestras tierras habían provocado que varios de mis soldados escaparan, con el triste anhelo de volver a nuestras tierras de una u otra forma.

Admito que cuando  vi que Yu Ji llena de sangre pensé que había sido presa de una magia maldita y oscura que había consumido su mente.

“Amado mío, mi existencia es prueba de que perdiste, porque fui tu debilidad, fui el punto débil de tu armada, vivir sabiéndolo era vivir sabiendo que había provocado tu final y no podía vivir así.”

¿Por qué cuando la sangre de un ser querido, del ser al que más amas, se derrama en el suelo y mancilla sus cuellos o sus caras, en ese tono rojo tan abrasivo, te das cuenta de que todas tus victorias fueron una farsa? Sufrí mi derrota cuando me doblegué ante el armisticio que propuse, fue víctima de mi orgullo. El final de esta batalla será antecedido por mi muerte.



“Trataremos de escapar, somos menos esta vez, un número en exceso inferior, pero la suerte no puede correr por siempre del lado enemigo. Apostaremos por una retirada rápida.”

Y mis palabras tuvieron un grado de certeza, pudimos maniobrar con bajas mínimas a los miles de soldados enemigos. Separándonos y volviendo a juntarnos, hasta que nos perdimos en las tierras de nadie.

Fui engañado por provincianos que me llevaron al filo enemigo.

***

Xian Yu llegó a un sitio conocido, al río de Wu, donde gente a favor de su reinado le dio botes para escapar, pero su vida sería marcada por su inexorable orgullo. No podía dejar que lo vieran llegar derrotado y humillado. Pelear hasta que la última gota de sudor, hasta que la última gota de sangre cayera de cualquier lado fue su último deseo.

No murió bajo la espada enemiga aunque estos lo descuartizaron al encontrar su cadáver, por el botín. Cortó su cuello cuando sus brazos, que habían derribado a cientos de guerreros enemigos en una batalla agónica, quedaron exhaustos, diezmados de toda fuerza. Fue su último espectáculo, el último ardid de su habilidad con la espada, de su incomparable voluntad para la lucha. Porque sus ojos ofidios veían la debilidad de un  gran guerrero, porque sus modos precisos y sencillos eran la razón por la que inspiraba confianza entre gente más instruida que él. Porque ante la implacable certeza de la muerte, él se tiraba ante ella y ella a sabiendas de que trataba con el hijo bastardo de un Dragón, lo evitaba otorgándole el triunfo o lo dejaba escapar, solo riéndose de su suerte.

***

Xiang Yu me recordaba en cierta forma a la serpiente, pero no tenía su estilo. En la forma en la que manejaba su espada, había cierta rebeldía, como si todavía no hubiera superado su juventud. Él, que no soportaba la ofensa de un ignorante, caería ante las palabras de la gente, ante lo prematuro de su amada. En sus ojos se encontraba la impotencia de un líder sin respuestas.

Gané más que todo, porque trato a los que me son inferiores como mis iguales,  porque en la moral de la batalla, acabar con la bella simpleza de los poblados era acabar con mis inicios. Beber con un campesino, es como se bebe mejor; bromear con un prisionero es reírse en la cara de la guerra, aceptar la vida de uno como la del otro. Tal vez, simplemente era demasiado bello como para morir.

Primera Parte

Emperador rojo, parte 1

El 28 de febrero hace más de dos milenios, el emperador Gaozu de la dinastía Han en China se habría proclamado emperador. Esto es, como, ummm, ya saben, esas cositas que maullan y lanzan rayos láser... No, no me refiero a eso, digo... es una ficción, sí. Eso es. Una ficción sobre su vida o sobre el proceso  o los hechos más resaltantes de su vida hasta que llegó a ser emperador, mezclado un poco con los mitos y mentiras que me inventé por que soy malo. ):
Sin más preámbulos les dejo la primera parte de esta larga larga ficción. Chaitos.

 "Emperador Rojo"

Sus ojos tenían algo de ofidio, lo supe a pesar de que en rango me era inferior. Sus modales, inferiores, precisos y respetuosos. No eran ambas cosas particularmente sorprendentes. Su locuacidad no era nada impresionante. Su manejo con las armas, ineficaz. La manera en que trataba a los soldados de pie, incluso a la caballería, imponía cierto respeto; oí a mis sirvientes referirse a él como un dragón, sus bigote y barba, sus ojos agudos, les causaban esa impresión. Era carismático aunque barbárico, una cualidad que era extravagante entre la gente culta e intimidatoria entre los pueblerinos.


Estatua de Emperador de Gaozu de Han
Liu Bang, era, sin duda alguna, un ser engreído, pero capaz. Según las historias que traía consigo, era un ser astuto, mentiroso y  gran estratega.
Cuando mi tío murió, se supo de inmediato que yo sería el único capaz de tomar Guanzhong. El Rey Huai II proclamó que el primero que invadiera el corazón de las tierras de Qin,  sería proclamado el Rey de Guanzhong. Vi en sus palabras un optimismo desmesurado, una victoria asegurada, supe de inmediato que habíamos ganado. Liu Bang vio también la victoria; yo estaba destinado a ser emperador y él un simple campesino con ínfulas de poder.
***
Los tiempos eran difíciles. Se hablaba de rebeliones por parte de familias reales, de que la caída de la Dinastía Qin llegaría a su fin. El sol y la humedad dificultaban el traslado de los prisioneros. Tuve sueños en los que me vi muerto, ejecutado por pena capital. Una semana y un día después de los sueños, un pequeño grupo de prisioneros se escapó. Se oyeron rumores sobre mi inminente muerte; el rumor de un dragón rojo surcando los cielos por las noches, circuló también. Patrañas.
La tercera noche después del escape de los primeros prisioneros me paré ante la fogata y vi a cada uno de ellos.
“¿Tienen familias, no es así?”
“Sí.” Fue la respuesta unísona. Sabía que muchos mentían, sabía que muchos eran simples rufianes.
“Yo también, pero más que todo y como muchos de ustedes temo a la muerte, o mejor dicho no quiero morir. Con los rumores de una rebelión creciendo, siento que podríamos ser parte de esto, probar nuestra ya marchita suerte.” Me escucharon con sus oídos vivaces, con sus ojos desconfiados y sus voces burlonas.
Yo, un mentiroso reconocido, sabía que ninguno de ellos me había creído, pero sabía también que ninguno de ellos conocía la zona y que no tenían a dónde ir. Los desaté, ellos depositaron en mí una confianza vacía y yo deposité en ellos una apuesta al aire.
La mayoría escapó justo como predije. La mañana siguiente solo una docena me acompañaba. Uno de los que se había escapado volvió al medio día, estaba herido y sus palabras eran desarticuladas, deliraba y hablaba de una gigante serpiente blanca. Murió poco después.
 Horas más tardes, cuando el día menguaba y la oscuridad extendía las sombras, volviéndolas parte de su reino, vi una serpiente blanca.
“¡Un dragón!”, gritó uno que murió por su ponzoñoso aliento al siguiente día.
Vi en su lengua bífida, un poema hacia a la muerte, hacia el caos. Comprendía sus silentes oraciones, sus gritos de guerra; comprendía sus movimientos a través del baile de su extenso cuerpo y de su lengua belicosa. Sus ojos poseían la frialdad de un glacial, un dragón, sí… estaría dispuesto a llamarlo un dragón.
La hoja de mi espada cortó su cuerpo, fue un acto reflejo; un acto de fe. Otros vieron que un dragón rojo la había matado, otros me acusaron de brujería porque pensaron que yo era tal dragón. En los alrededores, la gentuza que había escapado se unió a la gloria de la muerte de la bestia.
Soñé con la grandeza de la victoria, con escamas rojas que caían de un cielo naranja.
Nos despertó el sollozo de una mujer vieja, decrépita; me despertó el desertar de mi consciencia. En sus ropas hechas harapos y con ojos blancos, consumidos por la ceguera, caminaba jorobada la anciana.
 “¡Mi hijo!, el primogénito del Emperador Blanco ha caído… ¡asesinado bajo el acero del hijo del Emperador Rojo!” Sus palabras, entre la niebla de la mañana, entre el agua del rocío, entre un canto y un poema, parecían venir por encima de nuestras cabezas; parecía engendrar una profecía que no lograba comprender. Más que nada, eran las palabras de una vieja señora que desapareció entre la niebla, eran palabras adoptadas por sus incontables años, sinsentidos de una moribunda.
Pasaron días y semanas en los que nos escondimos en una montaña cercana, mientras mantuve correspondencia con buenos amigos. La gentuza se impacientaba, la muerte del dragón me otorgó solo cierto grado de autoridad. Días más tarde, me llegó la noticia de que el magistrado tomaría parte en la rebelión, el viento empezaba a soplar a mi favor, pero el viento es un viejo caprichoso y su decisión no fue más que un engaño, el magistrado cambió de parecer como el viento, mandando a ejecutar a mis amigos, negándome entrada al Distrito de Pei.
En las frías noches de las montañas, tuve una visión, el hambre aporreaba a mi estómago, al que justifiqué, vi al magistrado ejecutando a mis viejos amigos, la sonrisa sucia de un traidor. Al amanecer, al primer cantar del gallo, salimos hacia Pei, donde, en medio del camino, encontré a mis amigos exhaustos…

Xiang Yu
“El magistrado ha decidido de la nada apoyar a la Dinastía Qin. Ese infeliz…”
“Tenemos un plan. La gente está insatisfecha, Liu, quieren a un líder… si disparamos flechas con mensajes que apoyen nuestra causa, se nos unirán.”
“Eso o nos perseguirán y acusarán de traición hacia la Dinastía. Hagámoslo.”
***
Entre la tensión de Pei, llegó la primera flecha que cayó con nuestros mensajes, una flecha que voló como un dragón rojo, en llamas. La gente del pueblo dudaba, la noche anterior, todos habían soñado con la llegada de Liu Bang transformado en un imponente Dragón, los mensajes de las cartas certificaban los sueños, Liu Bang, ahora Duque de Pei, lideraría la rebelión. El pueblo reclamó y tomó la cabeza del magistrado y le dieron una bienvenida al Dragón que entró con su pequeño grupo al municipio. La gente luego se dio cuenta de que Liu Bang era tan solo un hombre y que era su presencia la que les imponía la presión del Dragón. Para ese entonces, ya se había ido a apoyar a Xian Liang, tío de Xiang Yu, en el estado de Chu. No fue larga su estadía, pues pronto Xian Liang moriría en manos de los enemigos, un presagio a una campaña de mayores expectativas. 

Segunda Parte

domingo, 9 de junio de 2013

Dilema sobre la muerte de Nerón

Ha llegado el día en que finalmente vuelvo a publicar algo. Aquí estoy ("Hola"), esta vez con un personaje del que es seguro que la mayoría conoce: Nerón Claudio César Augusto Germánico, emperador romano. Aquél de quien se dice que tocaba la lira mientras veía arder la ciudad de Roma, incendiada por él por el simple capricho de una remodelación. Sí, él mismo. El hecho es que Nerón se suicida el 9 de junio del año 68 D. C. con la ayuda de su secretario, Epafrodito. Esto sucedió debido a una serie de rebeliones que terminaron en la de Cayo Julio Víndex, que haría que Galba ascendiera como nuevo emperador e incluso las fuerzas militares le dieran la espalda a Nerón. Después de su muerte, Roma vivió una etapa de inestabilidad: durante un solo año tuvo 4 emperadores, lo que se conoce como el Año de los cuatro emperadores, luego del cual iniciaría una nueva dinastía. En fin... sin más preámbulos, están invitados a leer.

.+.+.+.+.+.+. Dilema sobre la muerte de Nerón.+.+.+.+.+.+.

La noticia del destierro no lo sorprendió. Tras la muerte de Nerón, hacía ya muchos años, para Epafrodito la vida se había tratado de esconderse entre la multitud, de evitar bajo cualquier condición resaltar siquiera un poco. Debía mantener su perfil bajo si no quería ser notado por el emperador, que, aunque hubiese cambiado tantas veces en casi tres décadas, fue siempre enemigo de su amo. Para él, se trataba de la misma persona. Es así que el emperador, ahora con el nombre de Dominicio, recordó el papel que interpretó Epafrodito en la tragedia sobre el suicidio de Nerón. Su propio secretario no había podido protegerlo con su vida. Esto constituía un delito muy grave, era fácil marcarlo como un traidor. Dominicio tenía el tino suficiente para darse cuenta.

"Nerón en la Bahía", por Jan Styka

Epafrodito no estaba sorprendido. Lo estaban obligando a irse de su propia tierra y él sentía que debió hacerlo hace mucho. No sabía con seguridad por qué no se había atrevido. Quizá esperaba que alguien viniera a impartir justicia para sentirse por fin libre de toda culpa. Recordaba con demasiada claridad la demencia de Nerón, la desesperación ante su decadencia, sus acciones desatinadas para acabar con sus enemigos, las consecuencias de matar a tantos gobernadores sospechosos de haberse pasado al bando enemigo, el abandono de la guardia pretoriana y la inminente desolación de un emperador que se convertía ahora en “enemigo público” declarado por el Senado. Recordaba con demasiada claridad el plan de Nerón para darse muerte, pero también el terror que lo invadió al verse como su propio verdugo para conservar su honor. Nerón nunca se quitaría la vida, el miedo nunca lo dejaría y su orgullo no podría ser salvado por nadie. Solo estaba él allí, el secretario, siempre dispuesto a acompañarlo y protegerlo. En ese momento pensó que era así, se le hizo muy nítido: debía ayudarlo a ejecutarse a sí mismo. Era la única manera de protegerlo.
Tres décadas después, aún sentía en sus manos las de Nerón, aferradas con una fuerza insana al puñal, y el calor de la sangre imperial bajando por sus brazos desde el cuello de su Señor. Entonces volvía a escuchar sus quejidos y el difícilmente pronunciado “Gracias” que terminaría por atormentarlo toda su vida.

 “¿Murió por convicción propia?” No le quedaba claro si el emperador estaba convencido de su propia muerte. Quizá nunca lo estuvo y la decisión fue puramente suya. En ese caso, su culpabilidad era tan grande como su tormento y era probable que ni siquiera los dioses lo perdonaran. Era un acto vergonzoso.

El camino hacia las afueras del imperio era difícil. Tenía que partir esa mañana y así era como lo hacía. Dejaba atrás todo y se llevaba consigo la duda, y ante el tormento la pregunta de si quizá no debería también acabar con su vida. El galope de un caballo lo sorprendió a lo lejos.

¿Quién vendría también por su camino? Quizá un mercenario, un viajero sin hogar como él era desde ese momento —si no desde que cortara el cuello de Nerón.

“Sin hogar…”

El actor francés Talma interpreta a Nerón en la obra
"Británico" de Racine, por Eugène Delacroix 

El hombre bajó del caballo y se acercó a él. Lo inmovilizó sin ningún problema y le hizo un profundo corte en la yugular.

Epafrodito sintió en ese momento como si se estuviera matando a sí mismo. El hombre aquél, incógnito, era idéntico a él y sus manos se parecían a las suyas. Lanzó un gemido y su voz le pareció familiar, mas no propia. La voz de Nerón se hacinaba en su interior desde que sus manos empujaran el puñal hacia su carne, y era ahora que se hacía notar. Sintió la presión y el discurrir de la sangre del emperador desde su propio cuerpo, y al mismo tiempo cómo el terror recorría sus arterias para finalmente ser liberado. Él no era Epafrodito en ese momento, él era Nerón, y estaba tan convencido de ello que, al terminar el corte y desvanecerse la ilusión, sintió que se ahogaba con una sangre que, por suya, detestaba tremendamente. Así no quería morir, pero ya era tarde.


 “Tal vez… tal vez nunca importó si lo maté o no. Nada hubiera cambiado”, pensó… por última vez.

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Eso ha sido todo. La vida de Nerón es un tema bastante discutible, porque hay muchos detalles, como que él toque la lira durante el incendio de Roma, que no han sido validados como ciertos. En el caso de que les interese un poco, les dejo el libro "Nerón", de Edward Champlin, que analiza un poco las fuentes de las que provienen los relatos que conocemos respecto a este emperador romano. Eso es todo. Gracias por leer ¡Adiós!