Ariana: Capítulo 22

Suele suceder que, llegado un momento, tienes muchas cosas por hacer, y no porque te hayas pasado el tiempo postergándolo todo, sino porque las cosas empezaron a venir sin advertencia de "Oiga, deténgase, usted ha pasado el mínimo de alcohol permitido en la sangre. No puede conducir" —aunque deberíamos reemplazar "alcohol" por "tareas" o "compromisos"...pero es casi lo mismo—, así que no hay forma de decir "Oh, ¿en serio?" y hacerse el desentendido con la vana esperanza de no ser multado... sí, así de necios llegamos a ser sin darnos cuenta. Pero es la ley de la vida... Bueno, no realmente. El punto es que ese cúmulo de cosas, aunque puedan tener urgencia, suelen pasar como si fueran simplicidades, cosas comunes, nada de que alarmarse. No hemos excedido el límite de compromisos en la sangre, perdón, en la agenda, así que no hay problema. Pero ¡vaya que hay!, solo que pretende camuflarse detrás de la poca importancia. Sin embargo, no sabes cómo, llegas a cumplirlo todo, como si el destino jugara a tu favor... No te fíes, hombre... el destino no es tu amigo. ¿Que si eso me pasa? No ahora mismo, solo que no tenía que decir... Pero vamos, aquí está una vez más Ariana....

.+.+.+.+.+.+. Ariana. Capítulo vigésimo segundo.+.+.+.+.+.+.


La verdad es que hasta el momento llevaba ya unos diez minutos de pie frente a aquella imponente torta de bodas —aunque tal vez esta impresión sería distinta si no fuese una niña—. Su madre la trajo consigo al inicio, pero ante su resistencia terminó dejándola ir, después de todo no se estaba portando mal. Además, de esa forma podría ella estar muy tranquila conversando con sus contemporáneos y contemporáneas sobre sus pasados y pasadas, cosa muy común en la gente adulta.
Sin embargo, la añoranza, por más atractiva que resultara para su madre, no era nada para Ariana. Alguno podría pensar en su muñeca: tampoco ella añora algo. Y es que tienen todo lo que necesitan. ¿Que el padre? Pues tampoco lo añora ninguna de ellas —aunque no podamos decir lo mismo de la madre—. Aquí hay que detenernos. Ariana no es una mala hija, no se ha olvidado de su padre, muy al contrario de lo que alguno podría pensar, sino que lo tiene muy presente ahora. ¿Que papá está lejos? Para nada, está muy cerca, tanto que, llegado el momento, ambos se apartan a un lugar más tranquilo.
“Ve a jugar al patio”, dice la madre al ver a la hija. El padre sonríe y la lleva de la mano. Mamá se ruboriza, no sabemos si por este gesto o por algún comentario que acaba de escuchar de sus amigos, es muy difícil precisar cosas así cuando la gente se reúne. Ya fuera, con menos murmullo y más oxígeno, ambos se sientan contra la pared y conversan.
— Papá, mírala. Sí, es muy bonita, ¿Que si tiene nombre? Mmmm, no lo había pensado, pero… pero le pondré uno, ¿sí? ¿Qué nombre sería bonito? ¿Ariana? Oh, no, no… Mejor otro día. Mamá me la compró…
Entretanto, mamá apaciguaba la preocupación de la novia con respecto a la niña, “¿Siempre habla sola?”, “No habla sola, sino con su muñeca. La lleva a todos lados”, esto provocó una pequeña risa. “Habrá salido a su madre”, le contestó”, “Yo nunca he hablado sola”, “¿Por qué no lo intentas?, tal vez entenderías mejor a tu hija”. Ante esto, la madre calló, le convenía, esa mujer la conocía bien, y también el estado de su relación con Ariana. No tenía nada que objetar.
— Oye, papá, ¿te quedarás conmigo por siempre? ¿Conmigo y mamá? ¿Sí? ¿Por qué trabajas? No quiero que trabajes… tampoco mamá... —hablaba por su madre aunque ésta nunca se lo hubiera autorizado, pero no se inventaba cosas. Alguna vez escuchó a su madre hablar sola, en su habitación, cuestionándose la lejanía del padre, renegándola… y es que hacía mucha falta—. La muñeca también quiere que te quedes… le pondré Ariana si te quedas, papá…—se hizo un silencio luego de este ruego, quizás Ariana comenzara a comprender lo incomprensible, aquello que su padre no sabría decirle y a lo que su madre se negaría rotundamente.
A pesar del silencio, la niña permaneció en ese lugar, junto a su padre y a Ariana —aunque es apresurado llamar a la muñeca por ese nombre. No sabemos de los pactos padre-hija, tan enigmáticos. Además, llamarla así podría generar problemas: “me refiero a la muñeca…”, “me refiero a la niña…”, agregados innecesarios por ahora. Tampoco sabemos, en fin, qué es lo que pasa por la mente de una niña como Ariana, pero sabemos lo suficiente como para afirmar que, minutos después, dormía plácidamente.
>>La conversación con De Freed fue muy breve, aunque esto suene extraño, y es que, como era conveniente, quien primero habló con ella fue el padre (“Acabamos de llegar…”), pero también porque la salida había sido consultada previamente, así que tal vez ya se le hubieran agotado los reclamos.
>>— Dime, ¿han llegado bien? —le preguntó a Ariana, como si desconfiara del padre, como si no supiera qué más decir. La muchacha asintió—. Muy bien, recuerden llamar antes de salir.
>>Tras esto, la conversación se disolvió, pero aquella única pregunta no podía ser otra. De Freed no tiene hijos, así que nunca supo cómo tratar a Ariana desde que quedó a su cargo. A pesar de los años. Sin embargo, no hay duda de que aquél “¿han llegado bien?” no se debía a una desconfianza del padre, ya que ambos eran buenos amigos aunque a veces no lo pareciera. Las palabras que intercambiaron cuando éste se apareció de pronto a la puerta de su casa con la conocida frase de quien llega por primera vez a un lugar (“disculpe, ¿es la familia ***?”, aunque en este caso fuera más directo: “disculpe, ¿es usted la señora De Freed?”) llenaron de alegría a la mujer. Y no es raro, aquél hombre es la única familia que le queda, además de Ariana. Así pues, aquella única pregunta a su sobrina por medio del teléfono no se debía seguramente a una mezquindad de palabras ni a un desgano, ni mucho menos a una antipatía, sino simplemente a un egoísmo extendido, un egoísmo que se trasladaba a aquellos dos individuos y la abandonaba parcialmente a ella misma, y un deseo de ser fuerte, de mostrarse correcta por el simple hecho de hacer el bien. No es posible dudar de que fuera una buena hermana, aunque no se la hubiera conocido con anterioridad, tales actitudes son suficientes para afirmarlo, y muy probablemente así lo creyera la madre de Ariana.
>>Pronto colgaron el teléfono, ya más tranquilos, y la otra tía decidió que era tiempo de llamar a los hijos, que seguro correteaban cerca de ahí, tan concentrados en ello que no advirtieron la visita.

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Hasta aquí por ahora. Gracias por leer. Los espero en el próximo... Adiós!

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