Pearl Harbor

El ataque a Pearl Harbor es algo especial en la Segunda Guerra Mundial, forma parte del inicio de "La Guerra Mundial" como tal. Tras el ataque a Pearl Harbor, Japón le declara la guerra a U.S.A., Alemania declara, de igual forma, guerra a U.S.A. y se rompen las relaciones de ambos, por lo que se vuelve enemigo directo del Eje.
Bien, pese a que siento que no le hice mérito con mi pequeña ficción, que es como una de las "historias" que sucedió ese día, en la cuál añadí un poco de dramatismo, sin duda alguna puede haber pensamiento que no les parezca real. Pero es una ficción, en conmemoración a este día. Fin.

Ficción del Ataque de Pearl Harbor


Algo recorrió mi espina dorsal. Pude ver como pasó lo mismo con varios de mis compañeros. Nos estaban atacando y no podían ser otros que los japoneses. Todo fue tan de súbito que nadie supo qué hacer. El instinto dominó, y no cupo más en nuestras mentes que el hecho de que debíamos movernos.  Devolvimos fuego en cuanto pudimos, pero poco pudimos hacer. Sentimos una onda expansiva en las cercanías. Parecía el fin del mundo.
Los minutos pasaban rápidamente, intentábamos devolver fuego pero el embarullo nos hizo imposible hacer cosa alguna. Nuestra línea de vapor fue cortada por quince minutos. Luego divisamos como otros destructores salían del puerto. Pensamos en huir, huir rápidamente, no había otra opción. El contratiempo más grande que tuvimos fue la duda, estaba lo inexorable del quehacer—guiado por un impulso atroz, que quizá salvó nuestras vidas— y el eco de la inexperiencia…¿Seríamos capaces, nosotros, cuatro alféreces, de maniobrar un destructor, por nuestra cuenta?   La mitad de nuestra tripulación había quedado fuera al ir de juerga, los que quedamos, solo teníamos un año como oficiales de la marina. Pensaba en mi futuro como algo turbio, como una cruel broma. Pensé en mi madre, sola, con mi hermano menor, ese crío...
No obstante, no había tiempo para nostalgias y una segunda explosión cercana, sumamente cercana, unos 70 metros, como mucho, nos golpeó como lo haría un titán. La fuerza fue tal que no dudé que nuestro destructor se volcara, pero el azaroso destino parecía estar de nuestro lado.
     Si salimos vivos de esta, si salimos vivos…
Pero nunca terminó su frase, todos comprendimos, entre el ruido del anti-aviones y las explosiones, qué quería decir. Al menos yo lo comprendí.
Creímos  varias veces darle a algún avión, pero tantos eran que era imposible afirmarlo con certeza, o si significaba algo… 183 máquinas, dicen que fue la primera oleada, los informes oficiales. Parecían muchos más, entre la adrenalina y la acción pueden pasar mil cosas que no son más que una pequeña porción al extremo, induciéndonos a hacer cosas que ni nosotros creemos.
Tras la explosión, soltamos el cable de popa y la ancla, y nos dirigimos a mar abierto. En nuestras mentes estaba huir, disparar, huir, disparar… apoyar a la nación. Todo parecía llevarnos a eso. Todo lo que debíamos hacer era en pos de la nación. Nuestras vidas no importaban, importaba la nación. El mero acto de “huir”, seguía la orden, tajantemente, de patrullar por posible ataque marino, era lo que debíamos hacer, según las instrucciones recibidas en caso de… No había otra opción.
El escenario era desolador, la guerra había comenzado, implacable, inmutable. Posando su mano de muerte sobre cada uno de nosotros y haciendo caer la pieza que más le gustaba.
Mientras nos alejábamos de Pearl Harbor, sentí la lejanía de la vida.
No había mucho tiempo para reflexionar, así pues,  comenzamos nuestra labor de patrullar, aunque no se divisó nada importante más que un submarino de la marina…

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