Bien, pese a que siento que no le hice mérito con mi pequeña ficción, que es como una de las "historias" que sucedió ese día, en la cuál añadí un poco de dramatismo, sin duda alguna puede haber pensamiento que no les parezca real. Pero es una ficción, en conmemoración a este día. Fin.
Ficción del Ataque de Pearl Harbor
Algo recorrió mi espina dorsal. Pude ver como pasó lo mismo
con varios de mis compañeros. Nos estaban atacando y no podían ser otros que
los japoneses. Todo fue tan de súbito que nadie supo qué hacer. El instinto
dominó, y no cupo más en nuestras mentes que el hecho de que debíamos movernos. Devolvimos fuego en cuanto pudimos, pero poco
pudimos hacer. Sentimos una onda expansiva en las cercanías. Parecía el fin del
mundo.

No obstante, no había tiempo para nostalgias y una segunda
explosión cercana, sumamente cercana, unos 70 metros, como mucho, nos golpeó
como lo haría un titán. La fuerza fue tal que no dudé que nuestro destructor se
volcara, pero el azaroso destino parecía estar de nuestro lado.
—
Si salimos vivos de esta, si salimos vivos…
Pero nunca terminó su frase, todos comprendimos, entre el
ruido del anti-aviones y las explosiones, qué quería decir. Al menos yo lo
comprendí.
Creímos varias veces
darle a algún avión, pero tantos eran que era imposible afirmarlo con certeza,
o si significaba algo… 183 máquinas, dicen que fue la primera oleada, los
informes oficiales. Parecían muchos más, entre la adrenalina y la acción pueden
pasar mil cosas que no son más que una pequeña porción al extremo, induciéndonos
a hacer cosas que ni nosotros creemos.
Tras la explosión, soltamos el cable de popa y la ancla, y
nos dirigimos a mar abierto. En nuestras mentes estaba huir, disparar, huir,
disparar… apoyar a la nación. Todo parecía llevarnos a eso. Todo lo que
debíamos hacer era en pos de la nación. Nuestras vidas no importaban, importaba
la nación. El mero acto de “huir”, seguía la orden, tajantemente, de patrullar
por posible ataque marino, era lo que debíamos hacer, según las instrucciones
recibidas en caso de… No había otra opción.
El escenario era desolador, la guerra había comenzado,
implacable, inmutable. Posando su mano de muerte sobre cada uno de nosotros y
haciendo caer la pieza que más le gustaba.
Mientras nos alejábamos de Pearl Harbor, sentí la lejanía de
la vida.
No había mucho tiempo para reflexionar, así pues, comenzamos nuestra labor de patrullar, aunque
no se divisó nada importante más que un submarino de la marina…
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